¿Más deuda pública?
Es interesante que el debate parlamentario que se libra sobre la aprobación de ciertos préstamos en moneda dura, para financiar el Presupuesto General de Ingresos y Egresos del Estado, se haya venido dando con el telón de fondo de las graves crisis de algunos países de la eurozona y también, ni más ni menos que de Estados -Unidos.
Quizás haya quien afirme ahora que el tigre celta, Irlanda, no había llegado al punto de acumular suficiente capital, estabilidad o recursos como para escapar al descalabro de sus finanzas públicas. Tal vez también haya quien diga que era obvio que la situación de desequilibrio fiscal de Grecia generaría una grave crisis tarde o temprano. Lo de Portugal pues, bueno, también es una de las economías chicas de la región Euro. Pero España ya se había convertido en un “peso medio” y, sin embargo, toda la península ibérica ha quedado sumida bajo una enorme borrasca financiera y fiscal. Aun así, seguramente haya quienes sostengan que, realmente, tampoco eso es de extrañarse dada la vulnerabilidad de sus finanzas públicas. Descansaban sobre una deuda pública demasiado grande hasta para los antiguos imperios que un día dominaron toda Iberoamérica.
Pero la cuenta suma y sigue: Italia, en la eurozona, y la nación más poderosa de la tierra, Estados Unidos. Las dos han tenido que atravesar por una costosísima confrontación política con consecuencias financieras todavía peores.
¿Cuántos pueden afirmar, verdaderamente, que era de esperarse que la deuda emitida por el Gobierno Federal fuera a perder el “triple A”? Ahora son cientos los analistas que explican, por supuesto, por qué ha ocurrido todo esto. Después de los hechos todos son unos sabios, como siempre.
Nuestro país ha sido criticado durante los últimos 50 años por mil y una razones. Los guatemaltecos somos implacables críticos y, de ese modo, incitamos hasta a los más recatados diplomáticos a tomar las páginas de nuestros medios de comunicación y externar sus propias opiniones. Acuden a nuestros tribunales para ejercer una simbólica presión; se sientan en el palco VIP del Congreso al que los ciudadanos no tenemos acceso—; se reúnen congregados por el Presidente del país para recibir sus explicaciones, -etcétera.
Pero en materia de estabilidad macroeconómica y, más específicamente, de una deuda pública moderada que no engulle los presupuestos públicos, habíamos sido ejemplo en la región -latinoamericana.
Todo eso “se ha ido con el viento” durante el último lustro, pico de más pico de menos. En parte, porque los grandes expertos de los organismos multilaterales nos han dicho que todavía podemos endeudarnos más antes de tener que empeñar la -camisa.
Sin embargo, al igual que los instrumentos de deuda estadounidenses también los nuestros han sido degradados recientemente. Alguno pudiera redargüir que se debe más a que el Congreso no aprueba las fuentes de financiación del Presupuesto ya aprobado, esto es, la propia deuda pública. Pero en el fondo está claro que el problema está en gastar más de lo que se puede. Ojalá que no vayamos camino de descubrir una nueva fuente de crítica de nuestra patria: unas finanzas públicas descalabradas.
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