Paraguay: Como una mosca en la telaraña (II)
(Parte I)
Profesor: “¿Cómo concibe el Gobierno después de Stroessner?”. Fue mi pregunta al Dr. Juan Ramón Chaves durante un encuentro casual en una librería. “Je je… Como una mosca en la telaraña, mi hijo”. Fue la respuesta.
El Estado al servicio del Gobierno
Con frecuencia hablamos de que las condiciones necesarias –aunque puedan resultar insuficientes– para estimular la inversión, para promover el desarrollo sustentable y para tener la capacidad de generar bienestar son: a) Seguridad jurídica b) Predecibilidad política y c) eficiencia económica.
La seguridad jurídica y la política predecible son productos del sistema político, y la eficiencia económica es producto del sistema económico, aunque a la postre este depende del sistema político.
En síntesis, el desarrollo integral del país depende principalmente de la forma que se constituye y de cómo se ejerce el poder político. Esta afirmación con frecuencia no es comprendida, no es compartida y la más de las veces es simplemente ignorada. En cualquier caso, parece explicar la razón por la que la sociedad civil organizada en partidos políticos, sindicatos, gremios y otras formas de asociación solo plantea el debate con el poder político en el plano de las medidas. Se reclama, se aplaude o se repudia según convenga al sector, a la parte, ignorando el todo.
Este comportamiento sectario, aislado, tiene su máxima expresión en la actividad política porque hoy es meramente electoralista. Lo político está ausente de la actividad política.
Lo político hace que la política administre los conflictos, convoque y motive al esfuerzo común construyendo consensos, planteando y gestionando soluciones, etc.
En nuestro país la aspiración predominante, si no excluyente, es el cargo, el espacio propio o la porción del presupuesto con lo que, automáticamente, se excluye a los demás. La dirigencia política cree que solo con cargos públicos y dinero para sus operadores puede sostenerse cualquier acción política. Se equipara la supervivencia en el cargo a la supervivencia como político.
Siempre, el peor enemigo será el que aspira la misma cosa, el mismo presupuesto o el mismo cargo; en consecuencia la política criolla pasa de la confrontación personal virulenta, a la transa y la repartija.
En estas condiciones los problemas del país no serán resueltos porque la actividad que debería ocuparse de ellos no tiene tiempo ni espacio.
Sistema heredado
Durante la dictadura de Stroessner, al que refiero no por resentimiento sino que por simplificación histórica, se estructuró un sistema de dominación política bastante eficaz y eficiente, aunque perverso por sus comprobadas consecuencias.
En esta estructura el Gobierno estaba en la cúspide y por debajo el Estado. Con los recursos del Estado se construyeron y se mantuvieron los pilares que sostenían al Gobierno en el Poder. Distribuyendo porciones insignificantes de poder consolidó el soporte político con la ANR; distribuyendo privilegios formó las fuerzas de seguridad, y con los contratos, exenciones fiscales, etc., sustituyó el sector privado por un conjunto de empresarios/políticos absolutamente dependientes del poder político. Con las mismas bases prebendarias y clientelistas organizó la sociedad civil en sindicatos, gremios y asociaciones, adictas y dependientes del Gobierno.
Es decir, los recursos del Estado estaban principalmente destinados a mantener el Gobierno en el Poder. Entonces, el poder se legitimaba por la fuerza, por lo que era fácil el sostenimiento financiero de la estructura.
Los herederos
En la actualidad, hasta los que parecían aborrecer el sistema se convirtieron en “magníficos” herederos haciéndolo aun más dañino y perverso pero, sobre todo, imposible de financiar.
En la actualidad, el poder se legitima por mayoría. Esa mayoría se construye con los recursos públicos. En consecuencia, al no cambiar las bases y la estructura de dominación, la “transición” nos muestra descarnadamente el desparpajo con que la dirigencia política utiliza esos recursos.
Sin ningún escrúpulo ni límite legal o ético los gobiernos de Nicanor Duarte Frutos y el actual de Fernando Lugo han dispuesto de los recursos del Estado con el único propósito de conservar el poder. En consecuencia, el Estado solo funciona para ellos y sus elegidos y no funciona, casi en absoluto, para el resto de la nación; situación a la que referimos con un eufemismo: “ausencia de Estado”. Mentira, es sinvergüencería pura.
Así tenemos, por ejemplo, que no hay jueces sino que amigos en el Poder Judicial, hay pocos funcionarios del Estado y muchísimos operadores políticos con cargos. Como consecuencia, desaparece el ciudadano con derechos y es sustituido por electores/clientes con privilegios.
Este sistema de dominación también es un hilo, un componente fundamental de la tela de araña que nos atrapa.
Mientras el Gobierno se sirva de los recursos del Estado y no se empeñe en utilizarlos solo para que este funcione mejor, no se habrá producido cambio real alguno.
Lamentablemente, con este modelo, la transición que logró avances sustantivos en la trasparencia de los procesos electorales, no hizo más que demandar una inmensa cantidad de recursos para construir mayoría. La respuesta que hasta ahora se ha dado a esta perversión no es tratar de cambiarla, sino intentar aplicar más impuestos a los que trabajan e invierten.
Sin embargo, no todo está peor ni podrido. Existen sectores como el –mal llamado productivo porque todos los son– dedicado a la actividad agropecuaria y forestal, con los servicios vinculados a ella, que lograron romper esos vínculos y evolucionan –económica, tecnológica y políticamente– a un ritmo esperanzador. En realidad, y porque no necesitan de favores del poder, son los peores enemigos políticos del sistema, y por eso tanta dedicación y tanto esfuerzo puestos en combatirlos.
Un poder que solo sirve para repetir el proceso, genera un círculo vicioso que nos aleja de la posibilidad de detener la decadencia y empezar el proceso hacia el desarrollo integral.
No podemos permitir que se restituya el viejo modelo ni que continúe la misma propuesta maquillada de cambio, disfrazado de progresismo que lidera Fernando Lugo. Ni Stroessner ni Lugo. Ni rojos ni azules antirrepublicanos y antidemocráticos.
Necesitamos construir una fuerza política, con todo el originario y noble sentido de la palabra, que rompa la tela de araña, nos libere del atraso, cimente el desarrollo integral y permita trabajar y prosperar en paz.
Próxima entrega: La tela de araña y los programas sociales
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