Uruguay: El Estado no se toca
El País, Montevideo
Lo bueno que tiene Uruguay es que uno nunca se desactualiza. Los temas siempre son los mismos. Nuevamente, la guerra desatada por el corporativismo sindical, el Partido Comunista y otros dirigentes frentistas, contra un gobierno que no ve en el Estado posibilidades de actuar útil y eficientemente en materia económica y aún social. Sólo que esta vez el gobierno es de ellos, de quienes lo están jaqueando.
¿Cómo reaccionará esta vez la opinión pública? ¿Volverá como en el `92 a alzarse contra el gobierno y sus tímidos intentos de mover la ficha mediante apertura del juego a los que les interesa moverla? ¿Qué hay en esto del Estado que toca fibras profundas en mucha gente?
La evidencia empírica no puede ser, pues si bien en algún rubro como la telefonía hay desconocimiento de las realidades tecnológicas contemporáneas, la evidencia mayoritaria y constante del uruguayo es que recibe del Estado bienes y servicios caros, generalmente de baja calidad y entregados con indiferencia o mal modo. No hay argumento alguno que justifique la propiedad estatal de actividades comerciales e industriales, salvo en realidades de extrema primitivez o corrupción en una sociedad y aún ahí, como solución temporal. Pero cuando la realidad es de décadas de propiedad y gestión estatal, que emplea miles de funcionarios, con bajos o nulos niveles de productividad y absoluta impermeabilidad a los intentos de reformas y mejoras de gestión ya vistos, puede uno percibir que la explicación es cultural. Responde a ese panteón de ideas, valores, miedos, ideologías y demás, que constituye el motor principal de la conducta política de las sociedades.
Pero con eso sólo no basta. La cultura es el terreno fértil, pero para activarla se requiere quien lo cultive, activamente. Quien azuce: los temores con la amenaza de piratas, que vendrán a robarnos las joyas de la abuela, las envidias, con la imagen de los grandes lucros que otros harán, despegándose de la medianía en que vivimos y las ideologías que ofrecen explicaciones pseudo-científicas para engrupir a los despistados. Porque en los "labradores" sí que no hay ignorancia ni engaño. Ellos son los que están del lado de adentro. Son los que manejan las palancas del Estado, para conseguir y mantener poder. Son los que presionan constantemente para que la sociedad transfiera más y más plata al Estado, (o sea, a ellos), con argumentos apenas novedosos.
El Estado uruguayo es caro, es ineficiente, es distorsivo y en algunas cosas, como la educación pública, es directamente perverso. ¿Eso es porque existe una naturaleza estatal per se mala? Claro que no. Sólo que no existe un Estado ideal y el nuestro hace mucho que no lo es. En el `92, aparte de que manejamos mal la cosa después de la primer consulta, era más fácil agitar fantasmas maniqueos (como hizo el Frente, político y sindical) y había réditos demagógicos para cosechar (como hizo el Dr. Sanguinetti). Hoy la manipulación no es tan fácil. Se entreveraron los piratas. El Presidente dio en el clavo al decir que "la propiedad pública no es de nadie" (si sólo martillara menos!). Quedó claro que su estrategia, públicamente anunciada, de aliarse con el Partido Comunista para reformar el Estado, le fracasó. ¿Reculará? ¿O hará pata ancha? ¿Y la oposición? Hasta ahora no se ha subido al carro del retroceso, pero tampoco ayudará al país balconeando.
Vázquez (y el Frente) no se animaron a tomar el tren que nos hubiera arrimado al siglo XXI. Mujica tiene ahora otra oportunidad, mucho menos nítida que aquella, pero oportunidad al fin: liberar a los orientales de la telaraña corporativa, mediocrisante y empobrecedora del estado público (no Nacional). ¿Guapeará?
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