Llegaron las promesas de gastos para todos los argentinos
La política europea continúa defendiendo el euro y a su sistema financiero, aumentando los fondos disponibles para pagar las deudas de Grecia, flexibilizando las condiciones de repago de los dineros ya prestados a los países en problemas e involucrando más al Banco Central Europeo y a las entidades privadas tenedoras de deuda, que se verán “voluntariamente forzados” a aceptar un canje de una parte de esa deuda que tienen en cartera. Si esto es suficiente para frenar la corrida contra el sistema financiero europeo y evitar el contagio en otros países, se verá.
Pero el tema de fondo es algo más que fondos. La cuestión es cómo hacer convivir diversos marcos políticos, fiscales y regulatorios bajo el paraguas de una misma moneda y un sistema financiero y crediticio.
Ese desafío institucional es el que tiene que superar Europa en el mediano plazo. No es un desafío menor. Si los liderazgos europeos lo conseguirán o no, también se verá.
Mientras tanto, ayudaría mucho que el euro se devaluara contra el dólar y facilitara el ajuste de la Europa mediterránea. Una devaluación del euro haría más competitiva a la economía mediterránea sin tener que bajar los salarios nominales. Sería un ajuste que requeriría menos recesión y desempleo. Pero resulta que, en los últimos años, lo que se ha estado devaluando es el dólar, para facilitar, a su vez, el ajuste norteamericano y su salida de la recesión. Obviamente, las dos monedas no pueden devaluarse entre sí simultáneamente. Por lo tanto, por ahora la economía norteamericana ajusta manteniendo un dólar débil, mientras que la europea ajusta con recesión y deflación, aliviada ahora con menos servicios de deuda a pagar en el corto plazo.
Mientras tanto, la devaluación del dólar implicó un rally del precio de las commodities, generando un efecto riqueza fenomenal en todos los vendedores de materias primas. Y un problema mayúsculo para aquéllos productores industriales que compiten internacionalmente en el área dólar, porque se han vuelto más caros en esa moneda.
En nuestro país, los mayores ingresos por exportaciones de commodities han permitido “derramar” sobre el consumo interno y, vía el sistema impositivo, sobre el aumento del gasto público, que está en niveles récords. Además, los dólares de la exportación financian la dolarización de los portafolios de los argentinos, sin que los bancos pierdan depósitos y sin que el Banco Central, por ahora, pierda reservas o, en todo caso, las pierda en menor proporción que lo que hubiera sucedido en otro contexto.
Pero todo este proceso de “transformar” la mayor riqueza derivada del sector externo en más consumo y más gasto público, se logra con particulares políticas públicas.
Políticas que reasignan los recursos provenientes de la soja, hacia otros sectores.
Por ejemplo, si Santa Fe concentra la mayor exportación de soja y derivados, y el Estado Nacional cobra impuestos sobre esa exportación y después los “vuelca” hacia otras provincias, es probable que Santa Fe crezca relativamente menos que el promedio, no por su “impericia”, sino porque le sacan parte de su riqueza para financiar el crecimiento de otros a través de las asignaciones discrecionales del gasto público nacional.
Paradójicamente, cuando la Presidenta “acusa” a los santafecinos de crecer menos que el promedio y sugiere que si votan a sus candidatos crecerían más, lo que les está diciendo es “una parte de la riqueza que ustedes producen, me la llevo yo. Si ustedes quieren crecer más, voten a Rossi (vótenme a mí) y yo les devuelvo una parte mayor de lo que les saco”. Algo parecido al mensaje dado a los porteños. “Si votan a Macri, no hay un mango; si votan a Filmus, es otra cosa.” Pero si esta es la “promesa de campaña para todos”, hay algo que no cierra, porque no le puede dar a todos más y a nadie menos, salvo que el precio de la soja siga creciendo.
Mientras tanto, lo que tenemos es un brutal centralismo del Estado nacional, que saca “federalmente” y repone “unitaria y discrecionalmente” los dineros que saca.
Curioso. Europa necesita más “unitarismo” y coordinación central de sus políticas, mientras que la Argentina necesita exactamente lo opuesto, más federalismo y descentralización automática del gasto nacional.
- 23 de julio, 2015
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