Ciencias de onda
CHICAGO. – Considerando que la mayoría de los estudiantes que desean asistir a la universidad procuran obtener un diploma que les permita conseguir “un buen trabajo”, sin duda no están escogiendo su concentración de materias demasiado bien.
Hojeando el informe de Georgetown University recientemente publicado y titulado “¿Cuánto vale? El valor económico de los programas universitarios”, el mensaje es simple y claro: Si quieres ganar mucho dinero, ingresa en el área de la Ingeniería Petrolera, las Ciencias Farmacéuticas, la Matemática o las Ciencias de la Computación o de la Ingeniería Aeroespacial, Química, Eléctrica o Mecánica.
Pero no es necesario ser un genio para adivinar que ninguno de estos campos ha sido uno de los 10 favoritos en la lista de concentraciones. De hecho, son áreas muy parecidas a la Ingeniería Geológica y Geofísica, las Ciencias de la Tierra y la Ingeniería Nuclear, que fueron las menos populares de la lista.
Obviamente, estos programas de estudios tienen algunas cosas en común: Suenan bien difíciles para entrar y aún más difíciles para graduarse. Además, no parecen tan atractivos como Administración de Empresas, la concentración más popular y la que inspira más fantasías de aparecer en la tapa de la revista Fortune.
Sin embargo, las grandes empresas, las universidades y la Casa Blanca están obsesionadas con lograr que los jóvenes ingresen en las disciplinas llamadas STEM (siglas en inglés) —ciencias, tecnología, ingeniería y matemática— para que Estados Unidos sea más competitivo en un momento en que la mano de obra y los productos del extranjero son baratos, y Estados Unidos está contando con la tecnología y la economía de la información para impulsar el futuro.
Pero es algo aún más fundamental que eso.
“Estamos en la edad de la información de las computadoras y la tecnología, pero como sociedad, estamos creando un grupo de consumidores de alta tecnología y no creando creadores de alta tecnología”, expresó Christopher Emdin, profesor de Ciencias de la Educación en la Escuela de Maestros de la Universidad de Columbia y director de las iniciativas para escuelas secundarias en el Urban Science Education Center de Nueva York. “¿Cómo nos vamos a sustentar nacionalmente, si todo lo que hacemos es simplemente crear una población de consumidores de productos internacionales?”
Bueno, a este ritmo, no lo estamos haciendo. Pasamos, hace rato, el momento Sputnik, que azuzó a científicos e ingenieros a llenar los cuarteles generales de la NASA y poner al primer hombre en la Luna. Y deberíamos haber superado, hace tiempo, el estereotipo de los científicos como seres introvertidos, con gruesos lentes y aire distraído.
Aunque yo culpo a la incesante adulación de nuestra sociedad de las estrellas de los programas realidad de la televisión y de los atletas excesivamente remunerados, junto con el desprecio general de la búsqueda de conocimientos profesado por los jóvenes, Emdin expresa que el sistema educativo mismo está apartando a los jóvenes de las ciencias.
“No quiero echar culpas, pero en todos los niveles podrían hacerse las cosas de diferente manera para que la Matemática y las Ciencias fueran divertidas, interesantes y atractivas”, me dijo Emdin. “Por ejemplo, en los grados más bajos, se ignora la Ciencia en nombre de preparar a los estudiantes para las pruebas estandarizadas, después se la reintroduce en los últimos grados, donde generalmente la enseñan profesores que no han sido capacitados en las Ciencias. Para el momento en que un alumno se encuentra con la Ciencia en la escuela secundaria, ya no es una experimentación divertida sino una memorización de datos de Química y Física.
“Incluso a los estudiantes que entran en la universidad con la intención de graduarse con un diploma en Matemática o Ciencias no les va bien, porque la naturaleza de esas disciplinas es eliminar a los estudiantes basándose en la capacidad de calcular fórmulas o recordar datos. El pensamiento libre, los estudiantes creativos [que gustan del] pensamiento abstracto no florecen en ese medio”.
Emdin tiene razón. Las investigaciones sobre STEM del Centro Nacional de Estadísticas de la Educación muestran que aunque estos individuos tienen más probabilidades que los estudiantes no-STEM de obtener un título de Bachiller Universitario, el 27 por ciento de ellos abandona totalmente la educación superior seis años después de iniciar su programa.
“Los que no se desaniman inmediatamente y abandonan, pasan años en un programa antes de llegar a trabajar en un laboratorio y a utilizar su curiosidad natural, su pensamiento crítico y su capacidad de comunicación”, expresa Emdin. “Eso debe cambiar”.
Emdin cree que los estudiantes de todas las edades necesitan ganchos creativos auténticos para entusiasmarse por la Matemática y las Ciencias. Su enfoque, tal como se lo describe en su libro “Urban Science Education for the Hip-Hop Generation”(Educación urbana de la Ciencia para la generación hip-hop) es un llamado a los que gustan de ese estilo musical. Pero va a ser necesario todo un cargamento de temas diversos —fantasía de ciencia-ficción, herramientas de espías a la 007, óperas del espacio, cocina extrema, vampiros y zombis— para que las generaciones futuras ingresen en lucrativas carreras de ciencias innovadoras y Matemática.
O, será necesario ver a los más destacados ingenieros nucleares y geofísicos de la nación en las tapas de las revistas de celebridades y circulando por las alfombras rojas, en exclusivas ceremonias de entrega de premios cinematográficos. Quizás los canales de cable podrían presentar a matemáticos en dramáticos programas realidad de televisión. ¿Podría sacar Lady Gaga todo un álbum sobre científicos?
“Algo” debe estimular a nuestra futura generación de innovadores. Nuestro sustento nacional depende de ello.
©2011 The Washington Post Writers Group.
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