Honduras y la OEA
Finalmente y después que el gobierno de Honduras se arrodillara ante Chávez, sus asalariados y sus nuevos amigos, una resolución aprobada por la reciente Asamblea General Extraordinaria le ha levantado la suspensión que se le había impuesto al Estado hondureño para participar en las actividades del organismo regional.
Para lograr lo anterior, el gobierno democrático de Porfirio Lobo debió, no solo asegurar que Zelaya podía regresar al país sin condiciones y cuando lo deseara, sino que además -y lo que es vejatorio para el Poder Judicial de Honduras- garantizándole total inmunidad e impunidad por las cuentas pendientes que el ex-mandatario tenía con la justicia. Solo después de esta genuflexión sin precedentes Honduras pudo lograr que se le reconociera el derecho a regresar a la OEA. Sin embargo, ella no fue lo suficientemente profunda como para convencer a Correa y Ecuador fue el único país miembro que votó en contra, después que su representante “explicara” la sin razón de su absurda posición, que dejó atrás a Chávez y los demás integrantes de su pandilla.
Resulta curioso el ensañamiento con que la región actuó contra Honduras en la OEA, si se le compara con la actitud asumida casi al mismo tiempo frente al régimen de los hermanos Castro, al que se le allanó el camino para volver al redil en gloria y majestad, sin importar ninguno de los “principios” que se esgrimieron para aislar a Honduras. De esta forma, puede regresar a la OEA cuando quiera ya que tiene las puertas abiertas y la acogida segura de sus países miembros.
En primer lugar, cabe recordar que en 1962 se suspendió a la dictadura comunista que se había instalado en Cuba y no al “Estado” cubano, por ser aquella incompatible con los principios y propósitos del sistema interamericano. Cuba como país continuó siendo miembro de la organización, como lo atestigua su sitio en la red, las banderas que flamean en el frontis del edificio central y su logo. En el caso de Honduras, se suspendió la membresía del “Estado”, cualquiera fuera su gobierno, lo que podría haberse entendido en cuanto al régimen de transición pero no en el gobierno del Presidente Lobo, que fue elegido democráticamente, en elecciones inobjetables. Pero para los grandes “demócratas” del ALBA estas son minucias pues la salida de Zelaya los había privado de contar con otra cabeza de playa en Centroamérica.
Para suspender al “Estado” de Honduras, se invocó hasta la saciedad la Carta Democrática Interamericana, la misma que no se mencionó para levantar la suspensión del régimen castrista o que se ignora frente a las tropelías anti-democráticas de Chávez y sus discípulos. La aplicación políticamente sesgada de sus disposiciones vuelve irrelevante este documento, que solo se esgrime frente a situaciones que afectan aquellos países más débiles, como fue el caso de Honduras.
Por otra parte, lo ocurrido con Honduras ha servido para dejar en evidencia, una vez más, el enorme poder e influencia que ejerce el charlatán bolivariano en la región y en sus decisiones. Ya sea por cierta afinidad ideológica o por temor a ser el blanco de sus ataques verbales y matonescos, aquellos pocos gobiernos del continente que no se identifican con sus posiciones o no disfrutan de su largueza lamentablemente guardan silencio y cohonestan con él sus desvaríos. Porfirio Lobo entendió muy bien que Chávez tenía la llave para permitir el retorno de Honduras a la OEA y se jugó en tal sentido, pasando por encima de decisiones judiciales, acuerdos del parlamento y el orgullo nacional. El futuro dirá si valía la pena “vender la primogenitura por ese plato de lentejas”.
El autor es profesor de la Universidad de Miami y ex Embajador de Chile en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la OEA.
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