Colombia: ¿Qué pasará con los verdes?
El Colombiano, Medellín
La ola verde fue un movimiento de opinión espontáneo que surgió como respuesta a la percepción de un incremento desmedido de la politiquería y la corrupción, y a un intento de cambiar la Constitución para reelegir por segunda vez al presidente.
El Partido Verde había acogido a Mockus, a Peñalosa y a Garzón, que iniciaron una campaña renovadora a la que se sumó posteriormente Sergio Fajardo, pero que no cogió impulso ni fue claramente antiuribista (Fajardo y Peñalosa fueron muy cuidadosos en este aspecto) hasta que la ola verde puso todas sus esperanzas en la candidatura de Mockus después de haber votado por él en la elección que lo escogió como candidato.
Esa fue una feliz coincidencia, pero no había duda de que el Partido Verde y la ola del mismo color eran dos cosas distintas. Esto parece que lo tenían claro las directivas del partido, porque con posterioridad a las elecciones no hicieron esfuerzos para mantener el interés y la lealtad de la ola verde.
El rumbo inesperado que les señaló Santos al gobierno y al país desde su posesión posiblemente contribuyó a que no se materializara la posibilidad de un Partido Verde de masas.
La ola verde sigue ahí, pero no le pertenece a ningún partido ni se ha manifestado a favor de algún candidato.
El único que ha hecho esfuerzos para mantener activo el movimiento, por lo menos en su Departamento, y no con mucho éxito, ha sido Sergio Fajardo, que es candidato a la Gobernación de Antioquia y ojalá salga elegido.
El comportamiento de otros directivos del Partido Verde poco ha contribuido a la cohesión.
Parecía lógico que si Mockus fue candidato a la Presidencia, con el respaldo de Garzón y Peñalosa, apoyara a uno de ellos para la alcaldía de Bogotá, pero no quería hacerlo.
Esta falta de generosidad no correspondía al espíritu verde, y cuando finalmente aceptó a regañadientes la candidatura de Peñalosa, ya se había perdido la oportunidad de dar una lección política con un gesto de desprendimiento.
El apoyo que posteriormente le ofreció Álvaro Uribe a Peñalosa vino a hacer más confuso el panorama. Si Peñalosa aceptaba este respaldo, como finalmente lo hizo, corría el riesgo de perder parte de su electorado verde. Pero si lo rechazaba se exponía a que el Partido de la U se fuera con Pablo Laserna o con otro candidato fuerte que le restaría posibilidades a su aspiración.
Era una disyuntiva de la que no podía salir ganando en los dos frentes. Siempre lo habían criticado por haberse puesto por encima de arreglos politiqueros y por "no saber hacer política", razón por la cual ha perdido oportunidades políticas en el pasado.
Ahora que por fin ha resuelto ser pragmático, la alianza con la U puede costarle la alcaldía.
Muy pocos parecen haberse percatado de que ese partido ahora le marcha a Santos más que a Uribe, y que ha colaborado con el gobierno en iniciativas como la Ley de Víctimas, que son muy afines al pensamiento de la ola verde. Aunque siempre hay que desconfiar de griegos portando regalos, no se puede prejuzgar.
El Partido Verde está corriendo el riesgo de perder una oportunidad de consolidarse como fuerza política en Bogotá y de desintegrarse.
Los miembros de la ola verde en Bogotá están pendientes de cómo se desarrolla el debate y de qué rumbo toman las alianzas para decidir si pueden quedarse con Peñalosa, irse con Gina Parody, entusiasmarse con Petro, o dividirse entre los tres.
Lo que suceda en estas elecciones en Antioquia y en Bogotá va a determinar el futuro político de los verdes.
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