Argentina: Vista gorda a la corrupción
El Imparcial, Madrid
Sólo pensando con escepticismo que la corrupción no le interesa ya a casi nadie es que puede entenderse que Cristina Fernández de Kirchner, aunque todavía no haya formalizado su candidatura, encabece las encuestas como ganadora en primera vuelta en las presidenciales de octubr
En efecto, semejante caudal electoral nunca podría responder tan sólo a la captación de votos mediante la generalizada asignación de planes asistenciales entre la población más necesitada. En otras palabras, es indudable que en ese caudal convergen también amplios sectores progresistas de clase media identificados tal vez con la política de derechos humanos, la revisión de la historia argentina o bien otras batallas culturales aparentemente ganadas por el kirchnerismo. Por lo que toca a la economía, no creo francamente que una inflación del 30 % anual, la vigencia de una convertibilidad disfrazada o la manipulación de los índices de precios por parte del INDEC puedan contentar a nadie, aunque la suma de consumismo en alza y servicios subsidiados puede que resulte un esquema atractivo para quienes sólo tienen la vista puesta en el corto plazo. Dios proveerá en el futuro.
En cuanto a la corrupción, insisto, ya a pocos parece importarles. Quizá porque la inseguridad prevalece (con sobrados motivos) como preocupación general o quizá también porque con el paso del tiempo nos hemos habituado tanto a que el Estado sea visto como un coto de caza que el crecimiento exponencial de las cifras en danza, el número de casos ventilados y la impunidad que los ampara nos han quitado la capacidad de asombro y, por lo mismo, de indignación.
Si es cierto que a la postre todo gobierno se apoyo en la opinión, deberíamos preguntarnos qué grado de responsabilidad nos cabe como ciudadanos por no castigar con el voto los delitos de corrupción. El peor de los diagnósticos sería pensar que esta nuestra pasividad responde en el fondo a lo que años atrás Enrique Valiente Noailles consideró como “una verdadera confabulación y nexo entre los vicios públicos y los privados”, que difícilmente pueda erradicarse “cargando sólo contra una de las partes”.
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