El Presidente Funes y el odio de clases
Es inobjetable la debacle en que actualmente estamos: hay desconfianza, por lo que no hay inversión y, por consiguiente la economía no crece; pero sí crecen el desempleo, la inseguridad física y jurídica y el malestar generalizado de la población.
De donde vale preguntarse por qué, en medio del absoluto fracaso del actual gobierno, el Presidente Funes continúa teniendo una alta popularidad, lo que, a su vez, insufla su ego, le transmite una falsa sensación de estar haciendo las cosas bien y, consecuentemente, le impide reconocer y enmendar errores.
A mi entender, la respuesta es que el Presidente Funes utiliza la herramienta más eficaz (aunque es la más nefasta y peligrosa) para poner a las masas a su favor: el odio de clases.
No hay declaración suya en la que no estalle contra los "ricos", contra los "empresarios", contra "los que siempre han tenido privilegios y ahora los han perdido". Eso fascina a la chusma. Ya no digamos todas sus diatribas contra ARENA y sus militantes, al grado de haber involucrado, públicamente, a un diputado de ese partido en el atentado que, según personeros del gobierno, ha sufrido ANDA, al haber desaparecido un equipo tan indispensable como valioso; atentado realizado con "el afán de hacer ver mal a un gobierno que ahora sí se identifica" con las mayorías, con los más necesitados, con los marginados, homosexuales, lesbianas, travestis y demás.
(Un paréntesis: lo de ANDA, pienso, son lodos de aquellos polvos. Desde que es tolerable el hecho de que "la necesidad" otorga a "los pobres" el derecho a robar lo que sea –tapaderas de alcantarillados, medidores, alambre de cobre, etc.,– la delincuencia se ha multiplicado. ¿Por qué limitarse a poquedades en vez de robar algo más valioso? Que conste: lo he dicho infinidad de veces, que ser pobre no es sinónimo de delincuente, por el contrario, muchos delincuentes se disfrazan de pobres, para justificar sus fechorías).
El Ché Guevara, genocida cuya imagen colocan a la par de la de Monseñor Romero, adoctrinaba a los terroristas, precisamente, en la cultura del odio. Una mentalidad corrompida por el odio, es incapaz de discernir lo conveniente de lo inconveniente, ya no digamos el bien del mal. Las personas impregnadas de odio son máquinas de destrucción, a quienes solamente les interesa terminar con el ser odiado, aunque, al final, eso signifique terminar también con todo aquello que a ellos mismos les es necesario.
Y ese veneno está impregnando la mentalidad de muchos salvadoreños; se nota en los mensajes de texto de las redes sociales, en los comentarios dirigidos a los participantes en programas de opinión; se nota, incluso, en las declaraciones de personas interrogadas al azar por algún fotoperiodista, en cuyas palabras están generalmente mezcladas las frases "es que uno de pobre…", "ya es tiempo que los ricos…", etc.
Presidente Funes, como ciudadana que teme por su patria y por su familia, respetuosamente le pido que usted y sus funcionarios midan sus palabras. El odio de clases es muy, muy fácil de sembrar, pero su cosecha, es impredecible: inocentes y pecadores, amigos y enemigos, padres e hijos, seres queridos, todos son víctimas potenciales de ese cruento veneno.
Usted, aparentemente, es una persona que no escucha, pero espero que sí piense. No se eche encima la responsabilidad de un nuevo baño de sangre.
El autor es columnista de El Diario de Hoy.
- 23 de julio, 2015
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- 24 de septiembre, 2013
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