Argentina: Qué significa profundizar el modelo

El gasto público sigue creciendo a mayor ritmo que los ingresos tributarios, lo que implica que, tarde o temprano, la alternativa de “profundizar o cambiar el modelo” se hará presente en la política económica argentina.
El viceministro de Economía y director del Banco Macro, Roberto Feletti, explicitó sus preferencias por “profundizar” y, pese a las tibias desmentidas de algunos otros integrantes del Gobierno –no de la presidenta de la Nación– parece que esa profundización es el escenario más probable en un triunfo electoral del oficialismo.
Detrás del “modelo” lo que existe es el concepto de que el Estado es un actor importante en la asignación de recursos y en la distribución del gasto en la Argentina. No sólo es el incremento del gasto social, las jubilaciones y pensiones (en número de jubilados y en los aumentos del monto, fundamentalmente para los que reciben la jubilación mínima); o el empleo público (también en número, pases a planta permanente y en salarios). También es la inversión pública en reemplazo de la privada en las empresas privatizadas. O la decisión de reemplazar “precios por subsidios” en el transporte público, la energía, u otros rubros. O el “Fútbol para Todos”. O la red pública de televisión digital, etc.
En síntesis, es una política muy intensiva en gasto público, que se suma a una política muy intensiva en regulaciones, controles, restricciones al comercio exterior, y demás.
Pero una política intensiva en gasto público es, a su vez, una política intensiva en presión impositiva explícita o implícita. Y por lo tanto, la primera y básica “puja distributiva” es entre el sector privado pagador de impuestos y el sector público recaudador. Y la segunda es entre los distintos receptores del gasto público.
Esta “puja original” resultó poco conflictiva en los primeros años del ciclo kirchnerista, porque la economía en crecimiento desde el piso de la crisis de 2002, y sobre todo la suba de los precios internacionales y las cantidades producidas del complejo soja, más minería, y otros rubros, permitieron subir los ingresos y los gastos públicos financiados, en parte, “desde afuera”. Es como si una parte del gasto público argentino hubiera sido pagado por el bolsillo de los chinos.
Pero a medida que pasó el tiempo y, sobre todo, cuando, en el camino a las elecciones de 2007, los gastos públicos empezaron a crecer a un ritmo superior al de los ingresos, el gobierno empezó a buscar fuentes alternativas de financiamiento. Primero fue el fallido intento de la 125, y luego, con complicidades diversas, la exitosa expropiación de los fondos de pensión (que redujo drásticamente los pagos de deuda pública al sector privado, y convirtió el flujo mensual de aportes de ahorro a las AFJP, en un impuesto que financia las jubilaciones actuales).
Luego, como esto no alcanzó, hubo que recurrir a parte de las reservas acumuladas en el Banco Central, para pagar deuda pública, y liberar recursos impositivos para seguir pagando gasto corriente. Cuando esto tampoco alcanzó, llegó, finalmente, la emisión directa de pesos y el impuesto inflacionario.
Toda esta escalada se hizo con baja conflictividad –salvo en el caso del mencionado intento de aumento de los impuestos a la exportación– porque, como se expresara, una parte lo aportaron los precios internacionales, otra parte reservas acumuladas y otra, la expropiación de un cobro futuro y lejano. El conflicto empieza cuando ya se pasa al uso de la inflación, que es un impuesto que la gente paga todos los días.
Y en este punto estamos. Si el Gobierno pretende seguir con el “modelo”, después de las elecciones, y las gana, tendrá que buscar fuentes alternativas de financiamiento del crecimiento del gasto. Fuentes cada vez más conflictivas, de allí la necesidad de “controlar los medios de comunicación”, la “calle” y el Poder Judicial. Por el contrario, si no quiere aumentar el conflicto, su única alternativa es resignar “modelo”, es decir, aceptar que el gasto crezca por debajo de los ingresos, que los precios reemplacen parcialmente a los subsidios, y que la inversión privada reemplace a la pública. Pero esto también implica un cambio más amplio, en la política macro en general.
A ese dilema se enfrentara el Gobierno si gana. Y algunos de sus integrantes ya han “confesado” su elección.
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