En Túnez se prendió la mecha

SALAMANCA. – Si el graffiti “Prohibido prohibir. La libertad comienza con una prohibición”, escrito en una de las paredes de la universidad de la Sorbona, es uno de los emblemas más conocidos del “Mayo francés”, el graffiti “Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir” es uno de los eslóganes que caracterizan a este mayo español que estalló, sin que nadie lo esperara, el pasado domingo 15. De ahí el nombre que han adoptado: “Movimiento 15 M”.
A una semana de las elecciones municipales y autonómicas, tras una campaña proselitista que se caracterizó por la crispación, de pronto, sorpresivamente, la Puerta del Sol –el lugar más emblemático de Madrid– comenzó a llenarse de jóvenes con pancartas que mostraban su indignación ante los políticos. No pertenecen a ningún partido. O, por lo menos, no están allí para manifestar su apoyo a uno o a otro, ni para pedir votos ni a pedir que se vote en blanco, o que la gente se abstenga de ir a votar. Hay algo que tienen muy claro: están indignados con la clase política a la que consideran apartada de los ciudadanos, porque forman claques cerradas más preocupadas en obtener votos que les lleven al poder o les permitirán permanecer aferradas a él.
La Puerta del Sol se ha convertido en una gigantesca “acampada”. Levantaron toldos para protegerse del sol y utilizaron las patas del caballo de Carlos III, que ocupa el centro de la plaza, para asegurar las carpas. Hay un cierto ambiente de tensión, pues la policía vigila de cerca y los manifestantes, en su mayoría jóvenes entre 20 y 24 años (aunque también los hay mayores de sesenta), se han organizado para evitar cualquier tipo de incidente. Lo primero fue prohibir las bebidas alcohólicas. Un portavoz del movimiento declaró al diario “El País” del viernes: “Si la policía viene a echarnos, nos iremos tranquilamente y volveremos a la mañana siguiente”.
La estupefacción ante el “Movimiento 15 M” es tan grande que los periódicos han consultado con sociólogos, expertos en movimientos de masas, politólogos y otra gente asociada al ramo. Sus declaraciones también son sorprendentes. Ninguno concuerda con los otros en sus apreciaciones. La protesta les ha pillado desprevenidos. Mucho menos se aventuran a decir qué sucederá a partir de hoy, después de las elecciones de ayer. Gane quien gane, será un perdedor. Al menos en sesenta ciudades de toda España hay jóvenes acampados en algún sitio emblemático de cada una de esas ciudades. Los ciudadanos de a pie ya han dicho no. Están hartos de esta manera de hacer política y quieren que los políticos escuchen a la gente de la calle y que no vivan encerrados en sus despachos y en sus salas de reuniones.
Un gigantesco cartel en la Puerta del Sol dice: “Indígnate”, tal vez como un eco del libro del escritor francés Stéphane Hessel: “¡Indignaos!” (Ediciones Destino, Barcelona 2011), en el que se convoca a todos, especialmente a los jóvenes, no a la lucha armada ni a la rebelión, sino sencillamente a indignarse por la desfachatez de los políticos y la corrupción escandalosa que anida en todos los partidos. En estas elecciones, principalmente los dos partidos más grandes de España, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Popular (PP), presentaron listas en las que parecen competir quién incluyó al mayor número de políticos que están siendo investigados por actos de corrupción; algunos de ellos con un pie en los tribunales.
Durante la primera manifestación se leyó un manifiesto que decía: “Somos demasiados, pero no sobra ninguno. Representamos a parados, mileuristas (gente que gana mil euros o menos al mes), amas de casa e inmigrantes. La clase política vive lejos de la ciudadanía. ¡Tenemos derecho a indignarnos!”. Uno de los portavoces declaró a la prensa: “Ahora, cualquier iniciativa que sea tildada de contestataria es enemigo público número uno. No somos ácratas ni antisistema; somos gente normal. Los antisistema son los tiburones que han destrozado el sistema financiero”.
¿Pudo haberse imaginado Mohamed Bouazizi, el joven de 26 años vendedor de frutas en la ciudad de Sidi Bouzid, Túnez, que al inmolarse públicamente estaba prendiendo la mecha de una inmensa explosión?
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