Paraguay: Somos muchos países
SALAMANCA. - Estos festejos del Bicentenario tendrían que servir no solo para llenar las ciudades de banderas, las calles con luces, el cielo con fuegos artificiales, sino además para detenernos a pensar qué hemos sido y qué somos. En pocas palabras, pensar en nuestra identidad. Si uso aquí el 5 “nosotros” bíblico no es para darle un tono solemne a lo que estoy escribiendo, sino porque me refiero a nosotros, a todos los países que entre el año pasado y el próximo cumplirán sus doscientos años de vida independiente.
En algunos sitios, las celebraciones de estos doscientos años vividos en una hipotética libertad, pues todos nuestros países, sin excepciones, fueron pasto de las más sanguinarias y despiadadas dictaduras, han servido para reavivar viejos rencores, prejuicios retrógrados, interpretaciones malintencionadas y, sobre todo, exaltación de aquellos historiadores que no tuvieron ningún reparo en escribir una historia que sirviera de apoyo a sus ideas ultranacionalistas.
Hace un par de semanas, dentro de ese programa de conmemoraciones, el presidente boliviano Evo Morales visitó una escuela de Santa Cruz de la Sierra. Como es tradicional, los alumnos iniciaron el acto de celebración cantando el Himno Departamental de Santa Cruz, que es lo que correspondía. Al terminar, cuando esperaban recibir por lo menos una ligera felicitación, los chicos recibieron una reprimenda del Presidente por haber cantado un himno que comienza diciendo: “La España grandiosa / con hado benigno / aquí plantó el signo / de la redención”. Esto sirvió de pretexto para que Morales les diera “su” versión de lo que significó la Conquista y de paso se despachó contra Cristóbal Colón, quien aparte de morir pobre e incomprendido, terminó también siendo denostado.
En su libro “Identidades asesinas” (Alianza Editorial, Madrid, 2010), el escritor franco-libanés Amín Maalouf expone sobre la necesidad que reflexionemos sobre nuestra identidad, ya que no somos una cosa sola, sino el resultado de la suma de muchas. Este rechazo visceral a España, por haber conquistado América, no tiene en cuenta algunas contradicciones que podrían hacer la historia más transparente en el momento de opinar. Morales, al rechazar a España, desde los reyes católicos hasta Fernando VII olvida a Simón Bolívar que les dio, más que la independencia, el propio país, ya que hasta entonces (1825) era parte del virreinato del Perú y se lo conocía como Alto Perú. Bolívar, de familia venezolana de la aristocracia caraqueña, sus padres provenían de Vizcaya (País Vasco, España). Fue su primer presidente y el país adoptó su apellido como nombre. Su segundo presidente, designado por Bolívar, fue Antonio José de Sucre, también de la aristocracia caraqueña, hijo de un coronel del Ejército del rey español.
¿Y en qué idioma reprendió Evo Morales a los estudiantes por haber dicho “la España grandiosa” y que a él no le gustaba? Pues, lógicamente, en castellano, ya que él no habla ninguno de los treinta y siete idiomas oficiales que existen en Bolivia. O, dicho con mayor precisión, en el Estado Plurinacional de Bolivia, de acuerdo a un “decreto supremo” de 2009. El mismo idioma que trajo Colón y que quinientos años después lo hablamos todos los latinoamericanos, desde Ushuaia hasta Ciudad Juárez.
Un país no se construye con el rechazo del otro; o peor: en contra del otro. Teniendo a la vista las tragedias que han jalonado la segunda mitad del siglo pasado y la primera década del presente, cuando naciones, tribus, grupos étnicos se han exterminado los unos a los otros por diferencias de lengua, de religión, de etnia, de ideología política, tenemos que procurar sacar conclusiones positivas y no negativas. Incluso hay pueblos que se mataron siendo de la misma religión (turcos y kurdos), o hablando la misma lengua (utus y tutsis). Entonces es mejor que busquemos las cosas que nos unen y no las que nos separan. Además, en este momento plantearse remontar la historia, regresar a siglos antes de la llegada de los españoles y poder así reescribir la historia como a nosotros nos gustaría que fuese, es simplemente demencial. Debemos aceptar nuestra herencia, así como está, asumiendo sus luces y sus sombras.
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