Los marcianos llegaron ya
"No sería extraño que en Marte haya habido civilización, pero a lo mejor llegó allá el capitalismo, llegó el imperialismo y acabó con ese planeta", declaró el moderno Prometeo de Sabaneta en una intervención en cadena de radio y televisión desde La Vega, en Caracas, en su celebración del Día Mundial del Agua. Por lo que, me temo, anunciará en cualquier momento una inmediata invasión alienígena.
No creo que la aseveración del tribuno sea el producto de sus habituales alucinaciones, ni una excusa para impulsar una nueva asamblea constituyente o una inesperada reforma constitucional. Tampoco me parece que el aviso de un peligroso asalto extraterrestre sea para extender aún más la Ley Habilitante; para endeudar aún más al país o para nombrar una comisión presidencial para mandar una investigadora sonda espacial venezolana a Marte. No. Se trata, más bien, de un caso más de estupidez humana.
Ahora bien, como ocurre con todas las criaturas humanas, también los estúpidos influyen sobre otras personas con intensidad muy diferente. Algunos estúpidos causan normalmente perjuicios limitados, pero hay otros que llegan a ocasionar daños terribles, no ya a uno o dos individuos, sino a comunidades o sociedades enteras. La capacidad de hacer daño que tiene una persona estúpida depende de dos factores principales: del factor genético y del grado de poder o autoridad que ocupa en la sociedad.
Esencialmente, los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables nos resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido. Una persona inteligente puede entender la lógica del malvado. Las acciones de un malvado siguen un modelo de racionalidad: racionalidad perversa, si se quiere, pero, al fin y al cabo, racionalidad. Con una persona estúpida esto es absolutamente imposible. Una criatura estúpida nos perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más impensables. No existe modo alguno racional de prever si, cuándo, cómo, y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su ataque. Frente a un individuo estúpido, uno está completamente desarmado.
Para tratar de entender la estupidez, el historiador económico italiano Carlo María Cipolla, establece cuales son las leyes fundamentales de la estupidez humana. La primera afirma que siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo. La segunda establece que la probabilidad de que una persona determinada sea estúpida, es autónoma de cualquier otra característica de la misma persona, lo cual significa que cualquiera puede serlo, independiente de su nivel educativo, social o económico, raza, sexo o religión. Lo puede ser un premio Nobel o un analfabeta. La tercera ley -llamada ley de oro- determina: "Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio". La cuarta afirma que las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Y concluye: "Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos, se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error". Finalmente la quinta ley resalta que la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe. Y el corolario de esta ley dice: El estúpido es más peligroso que el malvado.
Reflexionemos: ¿Estupidez humana? Humana sobra, realmente los únicos estúpidos son los hombres.
Es que ya me parece estar escuhando al que te conté cantar:
Los marcianos llegaron ya
Y llegaron bailando ricacha.
Ricacha ricacha ricacha
Asi llaman en Marte al cha cha cha.
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