Mario Vargas Llosa y su razón de escribir
El Periódico, Guatemala
A raíz de la concesión del Nobel 2010 a Mario Vargas Llosa, han vuelto a salir algunas voces y plumas que comentan o lamentan su posición conservadora. Incluso hay quienes ponen en duda la estatura literaria para merecer el Nobel y condenan su ideología presuntamente reaccionaria.
Se trata de un literato y pensador singular y extraordinario. Primero por la calidad y variedad de sus escritos, y luego por su idealismo y posiciones independientes. Pocos como él han defendido la libertad (individual y colectiva, que en el fondo es proyección de la personal), ha condenado toda forma de autoritarismo, sin importar su signo político. No distingue entre dictaduras malas de derecha, y justificables de izquierda. Ha exaltado la capacidad de hombres y mujeres para pensar con independencia. No ha sido hombre de partido; ha sostenido la libertad de pensar y expresarse; ha condenado el autoritarismo; ha defendido causas racionales y modernas como la legalización de la droga, la igualdad para los homosexuales o la libertad de las mujeres para abortar. La libertad no puede distinguirse de si el que la viola es de izquierda o de derecha, ni con argumentos de obediencia no deliberante, sea de origen militar, religioso o político. Nada de obedecer consignas sin discutirlas. Es un hombre sin doble moral.
En su discurso de aceptación del Nobel escribió: “En mi juventud, como muchos de mi generación, fui marxista y creí que el socialismo sería el remedio para la explotación y las injusticias sociales que arreciaban en mi país (Perú), América Latina y el resto del Tercer Mundo. Mi decepción del estatismo y el colectivismo y mi tránsito hacia el demócrata y liberal que soy –que trato de ser– fue largo, difícil, y se llevó a cabo despacio y a raíz de episodios como la conversión de la Revolución Cubana… al modelo autoritario y vertical de la Unión Soviética…”
También expresó: “Detesto toda forma de nacionalismo, ideología –o, mas bien, religión– provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas…” En esas ideas reside la aversión de cierta izquierda contra él.
Dicen que el autor de La ciudad y los perros (acerca de un colegio militar, reviviendo sus experiencias en el Colegio Militar Leoncio Prado), es un militarista; o que el autor de La fiesta del chivo (donde se refiere al dictador Rafael Leonidas Trujillo), es un reaccionario; o que el autor de La guerra del fin del mundo, es un enemigo del progreso, y así sucesivamente.
Afirmo que Vargas Llosa es un liberal auténtico, que ha defendido, con consistencia, las ideas que la auténtica izquierda reclama como suyas: no someterse ciegamente a la autoridad, la libertad de pensar y de expresarse, no ser perseguido por oponerse a lo tradicional, condenar el fanatismo, etcétera. Sin embargo, como también dijo en su discurso del Nobel, “Como todas las épocas han tenido espantos, la nuestra es la de los fanatismos…”
No debe extrañar que persista la desconfianza hacia él, a pesar de la evidencia de sus obras. Me temo que los que lo detractan no lo han leído o lo han leído mal, o lo condenan con una doble moral.
Vargas Llosa es un pensador y sobre todo un literato completo. En él la literatura no es un juego. Como dijo al recibir el Nobel, “Se volvió una manera de resistir la adversidad, de protestar, de rebelarme, de escapar a lo intolerable, mi razón de vivir”. “La literatura tiende puentes”, y él ha sabido construirlos.
El autor es titular de la cátedra José Joaquín Pardo, Universidad del Valle de Guatemala.
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