Paraguay: El perecedero honor de ser presidente
Nuestra Constitución Nacional tiene varios artículos que fueron redactados respondiendo a cuestiones políticas coyunturales. A esta altura, merecerían una revisión, teniendo en cuenta la experiencia que nos han dado estos años de ejercicio democrático.
La Constitución paraguaya elaborada en 1992 estableció la prohibición definitiva y expresa de reelección presidencial, asegurando además una suerte de “muerte política” para cualquiera que haya ejercido la primera magistratura. El artículo 189 crea las senadurías vitalicias para los ex presidentes, un presunto cargo honorífico que en realidad convierte en una pieza de museo a cualquiera que haya tenido el honor de presidir esta república.
La proscripción “per sécula seculorum” de que cualquier paraguayo pueda ser presidente “reincidente” fue motivada obviamente por la traumática experiencia de la dictadura stronista (1954-1989). Al parecer, nuestros ilustres ciudadanos convencionales tenían poca confianza en la sensatez del pueblo o, quizás, en la de sus líderes políticos. Tal vez, no estuvieran tan errados.
Posiblemente, si hacemos un repaso de los presidentes que tuvimos desde 1993 hasta ahora, no lamentemos demasiado el ostracismo al que fueron condenados Wasmosy, Cubas, González Macchi o Nicanor.
De todas formas y aunque creamos que algunos lo merecen sobradamente, no parece muy justa a estas alturas aquella decisión de castigar para siempre a los que osan ser presidentes en nuestro país. El ex presidente Nicanor Duarte Frutos quiso eludir el veto constitucional y se candidató a senador en el 2008, pretendiendo renunciar a la condición de senador vitalicio. Nuestro desprestigiado Poder Judicial lo habilitó, pero los actores políticos en el Senado, incluyendo a algunos de su mismo partido, impidieron que se perpetrara la maniobra.
Un proyecto de enmienda constitucional que el diputado liberal Víctor Ríos anuncia que presentará en marzo plantea ahora revisar estas cuestiones e inclusive va más allá: propone que los candidatos a presidentes de los distintos partidos encabecen a su vez la lista de candidatos a senadores nacionales. De aprobarse esta idea, se aseguraría que los principales líderes de cada partido tengan su banca en el Senado, aunque sean derrotados en las elecciones.
El año próximo se cumplirán 20 años de la vigencia de la actual Constitución Nacional y en el 2013 elegiremos, por quinto periodo consecutivo, nuevas autoridades para nuestro país. A la luz de los acontecimientos políticos que fuimos pasando, que incluyen fraudes electorales, intentos de golpes de Estado, juicios políticos, renuncias presidenciales, asesinatos y otras cuestiones por el estilo, podemos decir que el pueblo paraguayo, en su gran mayoría, ya debe estar maduro, o al menos curado de espanto, para decidir libremente a quien cree mejor para dirigir los destinos de la Nación y no deberíamos temer más que vuelvan los tiempos de únicos líderes iluminados y eternamente atornillados en sus cargos.
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