¿Dónde está el Steve Jobs de la política?
La noticia de que Steve Jobs se aleja de Apple hizo que las acciones de la compañía se desplomaran. Los mercados parecen creer que el extraordinario éxito de la compañía -que informó ganancias por US$ 6.000 millones para el último trimestre de 2010- reside en el talento de su CEO, el líder cofundador de la empresa y quien luego, tras volver a ella en 1997, logró darle nueva vida a través de productos como el iPod, el iPhone o el iPad. Nadie que haya visto en YouTube el famoso video de su discurso en la Universidad de Stanford puede dudar del valor de un tipo que se hizo a sí mismo y que es ejemplo para muchos.
Siempre ha habido emprendedores que, como Jobs, lideran los cambios tecnológicos en industrias de avanzada. Pero, típicamente, han convivido con grandes figuras de la política. Hoy, sin embargo, no hay un correlato en ésta para personas como Jobs o Mark Zuckerberg, el joven impulsor de Facebook cuya historia ya ha sido llevada al cine.
Es cierto que la oportunidad hace al líder. Que hoy vivamos la habitual dosis de guerras, crisis económicas, proliferación nuclear, autoritarismo y desastres naturales sólo hace más evidente la orfandad de líderes. Nadie surge a la altura de esos desafíos, capaz de de inspirar al público con su ejemplo, sus ideas o su estilo, de definir un camino y seguirlo con convicción, de encarnar valores positivos y duraderos, tal como Jobs en el mundo de los negocios.
El entusiasmo que despertó Barack Obama se ha esfumado. Hoy, el Presidente de EEUU recupera parte de su popularidad, pero ha desaparecido el aura de infalibilidad que exhibió en la campaña de 2008 y sus primeros meses de gestión. Nicolas Sarkozy, otro gobernante en el cual se cifraron esperanzas, también ha decepcionado. Los franceses todavía esperan las reformas que anunció. Quizás el caso más tragicómico lo provea Japón: la esposa del premier Naoto Kan ha escrito un libro en el que afirma que "debido a que lo conozco bien, me pregunto si es en verdad la persona apropiada para el cargo". Hace unos días añadió que si se reencarnara, no volvería a casarse con él.
La desilusión tiene que ver con el rechazo a una manera de hacer política que privilegia el ruido sobre las realizaciones palpables, lo cual representa exactamente lo contrario de lo que ha hecho Jobs. Estos líderes pretenden gobernar como si todavía estuvieran en campaña y terminan haciendo justo lo contrario de lo que debieran.
De forma silenciosa, líderes de países que hacen menos aspavientos han logrado avances sustantivos. En Colombia, Alvaro Uribe, el hombre a quien la guerrilla asesinó a su padre, puso orden donde había anarquía y violencia; en Brasil, Lula da Silva, el obrero que vivió su infancia en la pobreza, dio nuevas esperanzas a un país que por mucho tiempo dilapidó su potencial; en India, Manmohan Singh, el primer sikh en llegar a la jefatura de gobierno, ha impulsado reformas económicas que están sacando de la miseria a millones de personas.
Estos ejemplos hablan de que con demasiada frecuencia buscamos líderes en el lugar equivocado, nos dejamos engañar por las promesas grandilocuentes, la retórica encendida y el marketing político y no logramos reconocer a quienes verdaderamente hacen la diferencia, tal como Jobs la ha marcado en los negocios.
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