En Haití, la esperanza es lo último que se ha perdido .
Puerto Príncipe- En enero del año pasado, cientos de miles de haitianos perdieron sus vidas y millones sus casas en un terremoto que derrumbó gran parte de la capital. Un año después, los haitianos parecen haber perdido algo más: la esperanza.
El empobrecido país marcó el aniversario del terremoto del 12 de enero de 2010 con poco para festejar. El gobierno haitiano, que estuvo entre los más golpeados por el sismo, ha sido incapaz de responder a la crisis. La ayuda extranjera ha llegado a cuentagotas, y un aluvión de organizaciones de caridad bien intencionadas han llevado al país al caos.
Montañas de escombros todavía obstaculizan en las calles; al ritmo actual llevará 20 años simplemente limpiar. Cerca de un millón de personas todavía viven en 1.300 campos de refugiados que utilizan cada estacionamiento y disponible y los lugares abiertos de la capital. Con cada día que pasa, los campos de refugiados parecen volverse más permanentes.
"Estamos simplemente totalmente desesperanzados ahora", dice Fai-na Bernadette, una enfermera de 24 años que ha estado viviendo en una cancha de fútbol en Petionville, un suburbio de la capital, junto a otros 3.000 refugiados.
Un símbolo de la falta de progreso en Haití es el semi colapsado palacio presidencial, una suntuosa versión tropical de la Casa Blanca con su propio jardín delantero majestuoso. Durante el sismo, la gran cúpula blanca del palacio cayó sobre un lado, el pórtico colapsó y las paredes se rajaron.
Durante una visita dos meses después del terremoto, el presidente francés Nicolas Sarkozy dijo que Francia reconstruiría el palacio. Un día en abril, dos grúas llegaron y comenzaron a trabajar en la estructura. Esa noche, se fueron y nunca volvieron. Tanto Haití como Francia decidieron que el dinero era necesario en otros proyectos más urgentes, de acuerdo con el embajador francés en Haití, Didier Le Bret.
Un guardia en las puertas del palacio tiene una sugerencia diferente: "deberían simplemente dejarlo como está, un símbolo de nuestros políticos fracasados".
Si algo ha quedado claro en el año transcurrido, dicen los economistas, es que la bondad de los extranjeros- ya sea a través de ayuda de otros gobiernos u organizaciones caritativas privadas- no puede por sí sola ayudar a Haití a crear un futuro más brillante. La única esperanza real, dicen los economistas, es dar pasos para crear empleos y construir una economía más fuerte.
Hay algunas débiles luces de esperanza en ese sentido. El martes, Haití, en conjunto con el Banco Interamericano de Desarrollo, Estados Unidos y una gran empresa textil coreana, anunciaron un nuevo parque industrial que será desarrollado en el norte del país y que esperan que genere 20.000 empleos textiles durante los próximos siete años. El parque podría generar inversiones adicionales de otras firmas textiles.
"Así es como deberían funcionar las cosas, pero pocas veces lo hacen", dice Paul Collier, un economista especializado en desarrollo de la universidad de Oxford. Collier dice que a través de la puesta en marcha de una robusta industria textil, Haití podría proveer hasta 200.000 empleos y eventualmente salir de la pobreza.
Sin embargo, la economía del país tiene un largo camino por recorrer. Haití se ubica por debajo del promedio mundial en cuanto a libertad de empresa, inversión, derechos de propiedad y ausencia de corrupción, de acuerdo con el Banco Mundial. Comenzar un negocio lleva cuatro veces más tiempo que el promedio a nivel mundial.
En los meses que siguieron al temblor, muchos haitianos abrigaron la esperanza de que al destruir al país, el terremoto podría haber creado la oportunidad de construir algo mejor en su lugar, particularmente con la llegada de dinero extranjero.
Esa esperanza ahora parece ingenua. "Es un país que se está derrumbando y es difícil ver qué se puede hacer para cambiar la actual situación", dice Robert Fatton, un experto en Haití en la Universidad de Virginia.
Incluso antes del terremoto, Haití ya era el país más pobre del hemisferio. "La combinación del terremoto y la pobreza hizo retroceder al país a un nivel que es inimaginable", dijo a los periodistas la semana pasada, Carlene Dai, la directora para Haití de USAID, la agencia de desarrollo del gobierno de Estados Unidos.
Otro factor clave en el corto plazo será establecer si Haití puede crear un gobierno legítimo. Urgido por la comunidad internacional, el país realizó una caótica elección presidencial en diciembre, cuyos resultados aún no se conocen. Cualquier disturbio político o la falta de legitimidad de quien resulte ganador podrían minar aún más los esfuerzos de reconstrucción.
La experiencia del año pasado ayuda a explicar porqué hay tanto pesimismo sobre el futuro de Haití.
La comunidad internacional se comprometió en marzo a entregar US$12.000 millones para ayudar a reconstruir Haití. Solamente U$S2.000 millones estaban destinados a ser desembolsados el año pasado. De estos, únicamente U$S1.300 millones llegaron y parte de ellos en las últimas semanas.
Debido a la preocupación por la corrupción en Haití, la mayor parte del dinero es administrada por agencias internacionales como las Naciones Unidas y organizaciones de caridad más que por el gobierno haitiano. Los funcionarios haitianos dicen que tienen poco control sobre los fondos, aunque tienen que enfrentar la ira de la población que pide progresos.
La multitud de actores en Haití, desde organizaciones de caridad a agencias multilaterales como la ONU hace difícil la coordinación. "Es un verdadero caos. Nadie sabe quién está a cargo de cada cosa", dice Fatton.
Algo que aumenta la insatisfacción es que pocos contratos de reconstrucción han sido otorgados a compañías haitianas. Pocas organizaciones de caridad están contratando haitianos,
Bernadette, la enfermera, dice que a ella y a otros que están en la cancha de fútbol de Petionville, las autoridades les dijeron que deben abandonar el lugar en algunas semanas para que pueda ser utilizado nuevamente para la práctica de deportes. "No tenemos a dónde ir", dice.
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