Venezuela: El cierre de la jaula
La arremetida totalitaria en pleno despliegue, tanto por las leyes en carrera que tramita la Asamblea Nacional como por la Habilitante de larga duración, tiene por finalidad redoblar los controles sobre la “jaula institucional” que la revolución bolivarista le ha montado a la nación venezolana. Le están colocando candados a la cerradura, soldando las rejas y reforzando los pisos y techos del encierro.
La neodictadura venezolana viene construyendo esta armazón desde hace mucho tiempo, y paso a paso ha ido avanzando en el montaje de un régimen despótico de orientación comunista, en la más retardataria variante del concepto, que hace y deshace en nombre de una supuesta legalidad que se sirve de algunas formalidades democráticas para invocar legitimidad política, dentro y fuera del país.
La dupla que impera en Venezuela, la de Fidel y Chávez y acaso en ese orden, ha impuesto un despotismo habilidoso que se diferencia de las dictaduras tradicionales en el cuidado de ciertos decorados constitucionales, y en preservar franjas específicas de relativa autonomía en materia política, económica y social, que le permiten exhibir el argumento de que la “revolución venezolana” no es antidemocrática, porque en ella conviven partidos políticos de oposición, medios críticos y sectores sociales que no están alineados al oficialismo.
Las neodictaduras no se diferencian de las dictaduras convencionales en materia de fines sino en el campo de los medios. Mientras éstas son crasas y aplastan cualquier tipo de disidencia o inconformidad, aquéllas son más diestras y favorecen la existencia de determinados y acotados espacios de pluralidad, precisamente para que ello les permita presentarse con trapos de atuendo democrático.
Pero debe resaltarse que el cinismo oficialista en el departamento dictatorial, ya se molesta menos en aparentar lo que no es, y la presente arremetida lo está demostrando más que peligrosamente. Por cierto que no pocos analistas y dirigentes políticos señalan que el llamado “paquetazo” -nombre impropio porque es insuficiente para identificar lo terrible de la situación- es una muestra de la debilidad y desesperación del “gobierno revolucionario” ante la pérdida de su popularidad y la irreversibilidad de su derrota en cualquier consulta electoral que se avecine…
No podría estar más en desacuerdo. Primero, porque esta embestida no es producto de una coyuntura aislada sino que forma parte de un largo proceder hegemónico que no se ha detenido en más de una década, así haya tenido sus pausas y reflujos. Segundo, porque aunque el oficialismo cuenta con bastante menos apoyo social que en otras épocas, tampoco cuenta, en la actualidad, con la manifiesta resistencia sociopolítica de otros tiempos.
Por eso arremete, y es que siente que puede radicalizar su proyecto de dominación con más ventajas que obstáculos. Es la lógica del blitzkrieg, en tanto instrumento de una estrategia de control general. Si la hegemonía roja no se sintiera confiada, así sea en lo mínimo, no embestiría con tanta agresividad y trataría de cuadrar el círculo con estratagemas y operativos menos frontales. Pero no, han calculado que pueden hacerlo y lo están haciendo a marcha forzada.
La extrema gravedad de lo que está ocurriendo en Venezuela no se puede subestimar bajo ningún respecto. El cierre de la jaula no es una mera etapa más del llamado “proceso revolucionario”, sino la entronización de un poder destructivo e ilimitado, sin posibilidades de contrapeso efectivo dentro del enrejado oficial. Es la tiranía del siglo XXI.
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