Vargas Llosa y el Nobel en la otra esquina
Cuando Mario Vargas Llosa reciba el Premio Nobel a la Academia de Estocolmo, desde algún lugar imaginario asomarán por el recuerdo de sus lectores, sus personajes – los inventados y los recreados por su imaginación – como Roger Casement, el protagonista de su reciente novela El Sueño del Celta.
Casement, es quizá el personaje cumbre de esa complejidad humana que no deja reposar a MVLL en su búsqueda de hurgar la naturaleza humana. Aventurero y a la vez refinado diplomático irlandés, Casement trabajó para la Corona Británica denunciando los terribles crímenes que a comienzos del siglo 20 perpetraban en El Congo los funcionarios de la compañía del rey belga, Leopoldo II; y luego, reportó las perversidades ejecutadas por los caucheros que trabajaron al servicio de la Peruvian Company de Julio Arana en la región amazónica del Putumayo.
En esta última obra, quizá como en ninguna otra, MVLL explora las entrañas del mal, esa dimensión de deshumanización que produce, a quienes perpetran violaciones y abusos contra otras personas, un desapego total ante la responsabilidad de sus actos: “Nosotros somos los ejecutores de una política en la que no hemos intervenido para nada” – dice con absoluta tranquilidad el capitán Junieux, un funcionario de la empresa de Leopoldo II en el Congo: “Nunca nadie nos pidió nuestra opinión. Si lo hubieran hecho, tal vez las cosas andarían mejor”.
Lo mismo dijeron, años después, miles los soldados turcos que ejecutaron el genocidio armenio durante la I Guerra Mundial; y luego los Nazis en los Juicios de Núremberg, y más tarde los encargados del Gulag soviético; de los campos de la muerte en Camboya y China; los asesinos de Ruanda y la ex Yugoslavia en los años 90; y los que están al servicio del régimen islamista de Sudán en nuestros tiempos. Lo mismo dicen hoy los criminales de la actual guerra civil en el Congo, como paradoja de un círculo vicioso del genocidio moderno que comenzó en ese lugar.
Sobre Arana, el Casement de MVLL ve en sus ojos, aquellas “miradas de hombres que han perdido (si alguna vez la tuvieron) la facultad de discriminar entre el bien y el mal, la bondad y la maldad, lo humano y lo inhumano”.
El Sueño del Celtacontiene las peores pesadillas de la codicia humana, que se dan en todas partes y todos los tiempos, incluyendo hoy, cuando otro Nobel, el de la Paz, Lou Xiabo, no podrá, en la otra esquina – Oslo- hablar en el nombre de todos los chinos victimas del totalitarismo del país más capitalista de la tierra, al cual solo le queda del comunismo, lo peor de su tiranía de más de medio siglo.
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