De Mar del Plata a Santa Cruz de la Sierra, sin escalas
La relación de América Latina con los Estados Unidos nunca fue demasiado sencilla. No obstante, cada vez que en alguna conferencia regional algún anfitrión “bolivariano” mete la cola, ella se vuelve aún más difícil. Para todos.
Basta recordar lo sucedido en Mar del Plata, en la llamada “Cumbre de las Américas”, en noviembre de 2005 cuando, como anfitrión, Néstor Kirchner se dio el “lujo” -descortés- de agraviar personalmente al Presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, que lo visitaba. “Lujo” que naturalmente tensó la relación bilateral hasta el fin del mandato del presidente norteamericano. La sombra que ello generó y la desconfianza del caso aún no se ha disipado, aunque lo cierto sea que la tensión algo ha disminuído.
Los agravios de Néstor Kirchner, recordemos, no terminaron allí e incluyeron a otros visitantes, como el Presidente Fox, de México. La “Cumbre de Mar del Plata” terminó siendo nada más que eso, un foro para vejar impunemente a algunos de los mandatarios visitantes. De acuerdos sustanciales, nada. En paralelo, el castrista Diego Maradona y Hugo Chávez organizaron -en un estadio de fútbol- una belicosa “Contra-Cumbre”, aún más virulenta contra todos quienes no pensaban como ellos.
Lo de Mar del Plata acaba de generar una tardía imitación. Como era de esperar. Pequeña. Naturalmente por parte de otro “bolivariano” diplomado. En este caso, el Presidente de Bolivia, Evo Morales, quien -hace pocos días- oficiaba de anfitrión en la IX Conferencia de Ministros de Defensa de la región que tenía lugar en Santa Cruz de la Sierra, probablemente la ciudad más moderna y tolerante de Bolivia.
En el Hotel “Los Tajibos”, el destinatario directo de las “críticas” bolivarianas fue esta vez el Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Robert Gates.
Morales, sin rodeos, calificó -en su presencia- de “golpista” al gobierno de los Estados Unidos. En total sintonía con los “mensajes” que, en ese sentido, salen siempre de las usinas estratégicas profesionales de Caracas y La Habana, se refirió a hechos que, en su particular visión de las cosas, sucedieron en Ecuador, Venezuela y Honduras.
Pocas horas antes Gates había hablado, no sin preocupación, de “la buena hora de las relaciones entre Bolivia e Irán”. Ante el ataque, aparentemente inesperado, Gates decidió, en el acto, regresar a su país.
De esta manera Morales borró de un solo plumazo, con el codo, lo que la mano de David Choquehuanca, su poco eficaz Canciller, había acordado con el Secretario Adjunto para América Latina de los Estados Unidos, Arturo Valenzuela, en junio pasado, en lo que a una posible recomposición de relaciones se refiere.
Desde que Morales, en septiembre de 2008, expulsara de Bolivia al Embajador de los Estados Unidos en La Paz, Philip Goldberg, a quien (sin prueba alguna) había acusado de “conspirador”, hasta hoy no hay relaciones diplomáticas normales entre ambos países, situación que difícilmente cambie en el corto plazo después de lo sucedido. No hay voluntad política en Bolivia, es obvio.
Un agraviante desplante bolivariano más. Para “ensuciar” la relación. En exactamente la misma sintonía del acaecido -hace cinco años ya- en Mar del Plata, Argentina. Cortado con la misma tijera, diría alguno. Así es.
Emilio Cárdenas fue Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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