«Piñera way»
Cuando todos los que regresaban de Estados Unidos con un doctorado de economía bajo el brazo optaban por la academia o los organismos internacionales, eligió la empresa. Cuando sus éxitos lo inducían a continuar con su carrera de ejecutivo empresarial, la dejó y se volcó al mundo de los negocios.
Cuando comenzaba a probar su extraordinaria habilidad en este campo, se le antoja dedicarse a la política. Cuando su historia hacía presagiar que se integraría a la DC, se suma a las filas de RN. Cuando lo prudente era avanzar paso a paso -como el ministro Hinzpeter se lo recomendara hace unos días a su colega Golborne-, lucha por ser candidato a senador y, contra todo pronóstico, resulta elegido. Cuando recibe el golpe de Ricardo Claro con la Kioto, en vez de eclipsarse de la escena política -como les ha pasado a otros tras golpes menores-, siguió en la pelea hasta reponerse. Cuando lo lógico era continuar en el Senado, donde había tenido un desempeño brillante, lo dejó para dedicarse a sus negocios. Cuando se suponía que ya no regresaría a la política, siguió en RN y hasta quiso volver al Senado. Cuando la derecha ya estaba cohesionada detrás de Lavín en 2005, retoma sus aspiraciones presidenciales, da vuelta a RN y es él quien pasa a segunda vuelta. Cuando lo recomendable era dedicarse ciento por ciento a la política para aprovechar su buen resultado ante Bachelet de cara a la presidencial del 2009, opta por seguir en los negocios, se convierte en controlador e hincha de Colo Colo, entra a la industria de la televisión y, por si eso fuera poco, decide destinar una pequeña parte de su fortuna al conservacionismo.
Como Presidente de la República, Sebastián Piñera ha seguido el mismo derrotero. ¿Que no podía asumir siendo accionista de una línea aérea, un canal de TV y un club de fútbol? Lo hizo. ¿Que tenía que incorporar a políticos a su gabinete? Los excluyó. ¿Que tenía que bajar impuestos para reimpulsar el crecimiento? Los subió. ¿Que debía reducir las regulaciones y fiscalizaciones? Las multiplica. La señal es clara: de él se puede esperar cualquier cosa.
En efecto, él siempre ha tomado los caminos desaconsejados, soportando sin inmutarse el reproche de empresarios y políticos. Éstos nunca lo han visto con buenos ojos. Es obvio. No hizo nada de lo que un empresario "debe hacer" para tener éxito: respetar las leyes de su tribu, conformar equipos, construir ladrillo a ladrillo y, desde luego, no inmiscuirse en política. Tampoco siguió las leyes que un político "debe respetar" para tener éxito: salirse de los negocios, evitar los escándalos, mantenerse en el Congreso. El resultado está a la vista: hoy es, al mismo tiempo, una de las mayores fortunas de Chile y uno de los presidentes más poderosos de su historia republicana. Si nunca ha prestado atención a las reconvenciones de sus pares, menos lo hará ahora, cuando, siguiendo sus propios impulsos, ha llegado más lejos que todos ellos.
Por eso mismo, si alguien desea entender lo que es este gobierno, es preferible dejar de lado los manuales. Sus claves están en la trayectoria personal del Presidente. No hay programas, sino oportunidades. No hay planes, sino apuestas. No hay obras, sino rentabilidad. No hay organizaciones, sino metas. No hay cautela, sino riesgo. No hay mesura, sino exceso. No hay reflexión, sino acción. No hay calma, sino vértigo. No hay inspiración, sino decisión. No hay estudios, sino ensayos. No hay consistencia, sino éxito. No hay lealtad, sino astucia. No hay pares, sino colaboradores. No hay relato, sino poder. No hay bibliotecas, sino gimnasios. No: ésta no es la Chilean way ; es la Piñera way .
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