Mantras sobre EE.UU.
La Vanguardia, Barcelona
Permítanme un punto –sin duda impúdico– de soberbia. Me veo capaz de adivinar algunos análisis de sesudos colegas míos sobre los resultados en EE.UU. antes de ser escritos. Es decir, son tan previsibles como lo es el simplismo con el que se analiza la compleja realidad norteamericana.
Sobre EE.UU. los tópicos se repiten cual mantras insistentes cuyo monocorde ritmo no recrea ninguna partitura inteligente. Pero deja bien acomodados los previsibles estómagos de algunos. Veamos el ejercicio. Después de los resultados electorales en las dos Cámaras, el mantra más repetido será: "EE.UU. gira hacia posiciones ultraconservadoras" o "el éxito de los ultras del Tea Party frena las grandes reformas de Barack Obama". Y se dibujará un mapa en blanco y negro donde Obama será el buen samaritano que quiere impartir justicia, y el resto serán una especie de ejército de locos favorables a la virginidad, enemigos del placer solitario y amantes de las pistolas. Es decir, el héroe contra la caricatura.
Sin embargo, más lejos de la realidad y si se quiere entender algo de lo que ocurre en un país tan rico en matices, resulta imprescindible dejar descansar a la Mafalda que tenemos instalada en el cerebro y enviar a paseo el montón de tópicos que siempre deforman nuestra visión sobre EE.UU. Algunos desmentidos, si me permiten la incorrección.
La primera, que Obama haya sido castigado por "reformista" y que los resultados señalen una contrarrevolución conservadora. Sin embargo, parece que el castigo contra Obama se ha producido precisamente por lo contrario, porque se ha perdido la confianza en su capacidad para asumir sus propias promesas electorales. Es decir, es una desconfianza de autoridad, de falta de liderazgo, de populismo electoral confrontado con la incapacidad para dirigir el país.
En política interior, la economía no ha virado en los términos que Obama había prometido, y sus reformas han sido más vistosas en el titular que serias en la letra pequeña. Es decir, barroco en el arte del hablar, Obama no ha demostrado ser un eficaz líder en el arte de gobernar.
Además, se ha mostrado como un intervencionista convencido en un país que detesta la intervención del Estado, cuando puede ser suplida por la iniciativa privada. Mucho de lo que hay detrás del Tea Party tiene que ver con este debate sobre Estado e individuo, que en EE.UU. es muy de fondo. En política exterior no ha cumplido ni una sola de las expectativas, Guantánamo incluido, y la sensación de ser un soufflé hinchado por un carisma cada día más erosionado está muy extendida. Sus oponentes, además, han construido un argumentario muy bien armado, cuya música ultraliberal suena bien en EE.UU.
Así pues, ¿éxito conservador? Más bien fracaso de una ilusión. Obama vendió retórica histórica, y ahora parece un vendedor de humo. Por eso lo han castigado. No por progre, sino por ineficaz.
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