La verdadera pobreza
La Prensa, Guatemala
Un día en casa recogía ropa de poco uso y en buenas condiciones para regalar a personas con necesidades y uno de mis hijos me preguntó: “Mami, ¿por qué existe la pobreza?”.
Le contesté que ese era un asunto que no debiera existir, o que debiera ser de fácil solución, pero que los seres humanos a veces nos complicamos. E iniciamos una larga conversación al respecto.
Durante nuestra plática, se dio una profunda e interesante reflexión sobre lo que realmente significa ser pobres y ricos. Éste es un asunto que va mucho más allá de la pertenencia de bienes materiales, del poder adquisitivo y del dinero. Es un asunto de amor y aprecio por la vida, de respeto al prójimo y a la dignidad humana. Es un mero asunto de valores.
La verdadera pobreza se da cuando nos hace falta un propósito de vida; cuando vivimos preocupados por las apariencias; cuando descuidamos la familia y las amistades; cuando no usamos nuestros talentos al servicio de los demás; cuando se es mezquino, deshonesto e irresponsable; cuando damos un trato injusto a los demás; cuando basamos nuestra conducta en el “juega vivo”; cuando nos creemos superiores a otros; cuando nuestro comportamiento carece de valores y principios éticos.
Por otro lado, la verdadera riqueza no consiste en acumular bienes, sino en ser capaces de poder desprendernos de ellos, de compartir, de vivir en paz, amor y alegría con nosotros mismos y con los demás.
Es importante sentir, creer y vivir en valores. Solo así podremos contagiar y pasárselos a los demás. Solo así podremos contribuir a eliminar las malas prácticas y la corrupción.
Solo así podremos construir una mejor sociedad donde prevalezca lo que es verdaderamente importante: la honestidad, el amor, el respeto y la equidad.
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