El chavismo: ¿al principio de su fin?
El comandante Chávez, excepción hecha del referendo constitucional, en el que no se disputaban cargos de elección popular, ganó sus anteriores pruebas electorales. Y, gracias a la torpeza, tardíamente lamentada, cometida hace cinco años por las fuerzas opositoras, que se retiraron de la contienda, Chávez se hizo con el control de las 165 curules del congreso unicameral de Venezuela.
En las últimas elecciones venezolanas, Chávez confiaba, así lo pronosticó muchas veces durante la campaña, obtener un número de diputados igual o superior a los dos tercios, o sea, 110 miembros del Congreso Nacional; o, como mínimo, 99 diputados, es decir, tres quintos (3/5) de la totalidad.
De acuerdo con los resultados finales, Chávez se quedará corto y no logrará ninguna de sus metas electorales. Por no haber logrado los 2/3 que pretendía, no podrá aprobar “leyes orgánicas” y tampoco podría reformar la Constitución venezolana. Y por no contar con los 3/5 del Congreso, tampoco podría hacerse conceder facultades extraordinarias, mediante la aprobación de una “Ley Habilitantes”, para legislar desde el Ejecutivo.
Pero como el nuevo Congreso debe asumir funciones tres meses después de las elecciones, se especula que Chávez podría aprovechar ese período para despojar por anticipado al nuevo congreso de facultades que él asumiría y que los legisladores de oposición a su gobierno en el nuevo parlamento no podrían revertir, por no contar, tampoco, con la cantidad de votos necesarios.
Si Chávez ensayara esa jugarreta, también podría estar terminando de grabar la lápida de su tumba política. La razón para haber obtenido esa cantidad de diputados que le permitirá contar con más curules que sus opositores, fue la manipulación de un amañado sistema electoral, diseñado para favorecer al gobierno. Así fue como pudo lograr esa mayoría, a pesar de que la suma total de sus votos fue menor, individualmente contados, a los depositados por los candidatos opositores. Los candidatos chavistas obtuvieron unos 200,000 votos menos que los candidatos que los adversaban. Él ha tratado de restar importancia a ese resultado, alegando que éstos se adjudicaron votos de otras fuerzas políticas menores no necesariamente alineadas con el grueso de los partidos de oposición a su régimen. Sin embargo, su efecto a futuro cuenta, y mucho.
En el año 2012, el comandante enfrentará otras elecciones generales, esta vez para la presidencia de la República. Y como en ellas el voto no podrá ser tergiversado, para ganarlas, tendría que sumar, contados uno por uno, más votos que el candidato que abandere la oposición, asumiendo que será uno solo.
En las elecciones parlamentarias recientes, las fuerzas opositoras entendieron que no tenían otra opción que concurrir unidas a la contienda electoral. E igual cosa deberán hacer en el 2012. Lo contrario sería allanarle el camino al aspirante a presidente perpetuo. Si la oposición se prepara para presentarse unida, la defunción política del “comandante” podría estarse escribiendo con letras indelebles; pero si se divide, aunque teóricamente, tendría la posibilidad de agruparse para una segunda vuelta, correría un riesgo que debe evitar. Chávez, impulsado por su megalomanía, no es para subestimarlo. Y sus opositores deben tenerlo muy presente. Lo contrario podría ser de funestas consecuencias.
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