Paraguay: ¿Renovar es repartirse ministros de la Corte?
A nadie debe sorprender la ausencia de representantes de la ANR en la reunión que convocó recientemente el Ejecutivo a los partidos políticos para conversar sobre la renovación total del Poder Judicial. ¿Por qué la dirigencia colorada tendría algún interés en cambiar un poder del Estado que fue conformado a su medida durante el gobierno de Duarte Frutos?
De acuerdo al cuoteo partidario que se utilizó como “criterio” para integrar la Corte Suprema de Justicia, el Partido Colorado tenía, al término del mandato de Nicanor, una aplastante mayoría de 6 ministros colorados a 3 de otros partidos (2 del PLRA y uno propuesto por el PQ). Debido a las vacancias actuales, esa proporción es de 5 a 2 (5 colorados y 2 liberales).
La “lógica” política que aplican los dirigentes de nuestro país es que la composición de la Corte Suprema debe copiar, en forma aproximadamente proporcional, el resultado de las elecciones generales, que se refleja en la composición político-partidaria de la Cámara de Senadores.
En su momento, Duarte Frutos consiguió bastante más que eso, porque convenció a los partidos de oposición de entonces que aceptaran solamente migajas en el Poder Judicial. Gran responsabilidad le cabe a la cúpula, en aquel periodo, del mayor partido de la oposición, el PLRA, que, enceguecida por la oportunidad de tener dos ministros propios en la Corte, no le importó el predominio absoluto que tendrían los colorados para las decisiones realmente importantes, en términos políticos. Para peor, los ministros liberales se sumaron rápidamente al carnaval de impunidad y corrupción que caracterizó en los últimos años (y caracteriza hasta ahora) a la “Justicia” de nuestro país.
Ese predominio colorado explica, por ejemplo, que Duarte Frutos haya podido convertirse durante su gestión en presidente del Partido Colorado, a pesar de que la Constitución dice que los mandatarios deben dedicarse con exclusividad a su cargo. También explica que luego haya sido candidato a senador, a pesar de que la Constitución establece que, una vez concluido su mandato, no tenía otra alternativa que ser senador vitalicio.
Más allá del discurso, no sabemos qué clase de renovación del Poder Judicial propone exactamente el Poder Ejecutivo a los partidos. Lo que no deberíamos esperar con demasiada expectativa es que la dirigencia colorada respalde algún cambio que signifique quedarse en minoría en la Corte, a menos que les agarre un repentino e inesperado ataque de patriotismo e institucionalidad.
Ojalá que, a la luz del continuado fracaso del método de repartirse a los ministros de la Corte como si fuesen premios de una rifa, el Ejecutivo y los partidos políticos inicien una reforma sensata y creíble del Poder Judicial. Y ojalá que, finalmente, también sean acompañados por el Partido Colorado. Estoy seguro de que la patria y la ciudadanía, a la larga, se lo agradecerán.
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