Argentina: Conspiración global, una película que nos quieren hacer ver
La historia parece destinada a ser el núcleo argumental para el guión de una película, entre el drama y la farsa. Y puede resumirse así: La máxima autoridad de un país latinoamericano desarrolla, desde hace largo tiempo, una guerra personal contra los medios de comunicación que se mantienen independientes de la influencia política o el favor económico de su gobierno.
Lo hace pensando sólo en los posibles beneficios políticos y sin medir las consecuencias desfavorables que ello pueda reportarle en la opinión pública. Sólo se preocupa por mantener cohesionados a sus activistas y adherentes con un discurso encendido y una acción de desgaste constante sobre la prensa que no está domesticada.
Los límites que en este terreno, con más o menos firmeza, intenta poner la Justicia, suelen ser salteados sin mayor miramiento por esta máxima autoridad y sus funcionarios. Más que la calidad institucional, lo que importa es acallar las críticas, denigrar a quienes critican y afirmar que cualquier objeción a la acción del gobierno supone una maniobra conspirativa tendiente al derrocamiento, la ruptura constitucional y la pérdida de los logros alcanzados.
Además de una vasta red de medios adictos, dedicados a hacer propaganda más o menos burda bajo el maquillaje de formatos periodísticos, y a alentar el hostigamiento a medios y periodistas que insisten en mantenerse autónomos del gobierno, se instala también un sistema de rígido control sobre la publicidad .
Esto involucra no solamente la distribución del cuantioso dinero de la pauta oficial, sino hasta un control sobre los modos y contenidos de la publicidad privada que alcanza cierta vecindad con la censura.
La administración encabezada por esta máxima autoridad prohíbe la publicación de imágenes que pudieran reflejar los hechos de inseguridad y violencia cotidiana, una plaga de la que ese país de América latina no logra desembarazarse. Por el contrario, esos índices suben cada año y azotan políticamente al gobierno, impotente e ineficaz para controlar el fenómeno.
Con las elecciones a la vista y frente al fracaso para poner totalmente bajo control a la prensa, los límites de las pretendidas conspiraciones mediáticas denunciadas por este gobierno se extienden hacia regiones de delirio.
En una de sus habituales apariciones públicas en medios de comunicación oficialistas, la figura protagonista de esta historia sostiene que “existe una verdadera conflagración especializada y poderosísima” que intenta hacerle “creer al mundo” que su gobierno es “ilegítimo y terrorista”.
Machaca y machaca contra la declamada perversidad del periodismo, al que acusa de desparramar “groseras mentiras” y de hacer “ un manejo politiquero y pornográfico” de la inseguridad.
Lo mejor, lo de más impacto, sucede cuando involucra a medios de otros países de ser los agentes de una supuesta campaña global en su contra. Y menciona al estadounidense The New York Times , a canales de televisión del Grupo Prisa de España, a la cadena CNN en Español, el diario colombiano El Tiempo , de Bogotá, y al periódico italiano La Stampa .
La historia en cuestión sigue, con rumbo incierto y un final abierto donde cualquier variante descabellada puede ser posible.
Aclaremos: lo que se escribió hasta aquí no es fruto de la fantasía, ni boceto para un producto de explotación cinematográfica en las salas de su barrio.
Es, apenas, la enumeración de hechos que fue encadenando el presidente de Venezuela, Hugo Chávez , hasta su denuncia del último domingo, un tanto estrambótica habrá que convenir, acerca del acuerdo mediático universal en su contra.
Por estas comarcas del sur latinoamericano también hay bonitos jaleos entre el Gobierno y los medios, que ocurren desde hace varios años. Y hay profusión de activismo, espontáneo o rentado, para hostigar a quienes comunican realidades desagradables al poder. También patinadas fenomenales de las autoridades, ensalzamiento de personajes oscuros reflotados desde el sótano de la historia. Y una máxima autoridad que se ha embarcado en esos menesteres, que poco favor le hacen.
Pero lo que hace Chávez todavía no se puede asimilar linealmente a lo que sucede acá. En ese terreno, como dicen los letreros al final de las películas, “todo parecido con personas o hechos de la realidad es puramente casual” .
Estamos así.
Por ahora.
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