Chávez: Otra pelea para alimentar el poder interno
El presidente venezolano, Hugo Chávez, y su par colombiano, Alvaro Uribe, no se parecen en nada y, sin embargo, tienen algo en común.
Ese "algo" (pelearse entre sí para aumentar su poder interno) los llevó ayer a subir la apuesta de la disputa entre Colombia y Venezuela a un nivel casi intolerable, en lo que se transformó en la amenaza más concreta a la paz regional que se recuerde desde el fugaz conflicto bélico entre Perú y Ecuador, en 1995.
Ni siquiera se vieron semejante tormenta diplomática y belicosidad en lo que fue el principal antecedente de esta situación: la ejecución en Ecuador por parte del ejército colombiano de Raúl Reyes, entonces número dos de las FARC, en marzo de 2008, cuando Chávez se llenó la boca con la palabra "guerra", pero finalmente no cumplió con sus amenazas.
Esta vez podría pasar lo mismo, si ambos gobiernos procuraran una rápida normalización de las relaciones tras la asunción del sucesor de Uribe, Juan Manuel Santos, el 7 de agosto próximo.
Claro que cada líder subió la apuesta a su manera. Por el lado de Uribe, un presidente hiperactivo y de carácter volcánico, al haber dado rienda suelta a las acusaciones sobre la connivencia de Chávez con las FARC en su cuenta de Twitter. Es algo sabido: el canciller de las FARC Rodrigo Granda fue arrestado en Venezuela en 2004 y la computadora que perteneció a Reyes afirmaba que habían existido negociaciones por armas entre la guerrilla y Caracas.
Luego, su gobierno presentó "pruebas" a un grupo de periodistas colombianos y llevó el asunto a la OEA.
Y Chávez, un general golpista de oscuros orígenes nacionalistas que fue virando al "socialismo" a medida que la receta cubana se convertía a sus ojos en la mejor alternativa para eternizarse en el poder, preparó todo para que la ruptura de relaciones fuese lo más teatral posible.
Sólo así se explica el anuncio del quiebre de relaciones en un acto junto al técnico de la selección argentina de fútbol, Diego Armando Maradona, con quien ya había capturado los flashes en aquella recordada Cumbre de los Pueblos de Mar del Plata, en 2005, en la que la peculiar pareja de aliados políticos repudió la presencia en la Argentina de George W. Bush.
Tanto es así que el propio Chávez había amenazado con romper las relaciones con Bogotá si Colombia seguía adelante con su denuncia sobre una supuesta alianza del gobierno venezolano con los rebeldes colombianos, algo que también había sugerido, días antes, su canciller, Nicolás Maduro.
Con la presencia de Maradona, un Chávez agobiado por una severa crisis económica y acusaciones de corrupción, y necesitado de golpes mediáticos a medida que se acercan las legislativas del 26 de septiembre, en las que la oposición podría propinarle un duro golpe, logró que la foto de la teatral ruptura con el gobierno de Uribe recorriera el mundo.
Y el astro argentino, después de su paso agridulce como técnico de la selección, volvió a posicionarse como referente de la "antiglobalización", al hostigar al gobierno colombiano por su alineamiento con la Casa Blanca. Emitió, de paso, un guiño al gobierno argentino, afín a Chávez y que respalda su continuidad al frente del equipo nacional.
Dos escenarios
Ni siquiera fue espontánea la pregunta de Maradona sobre si Santos continuará "el camino de Uribe" en lo que hace a las tensas relaciones con Venezuela.
La acotación del "Maradona periodista y provocador" le permitió a Chávez mostrarse más crítico con Uribe que con Santos, en el cual depositó las expectativas de distensión. Si el próximo presidente colombiano desactiva la crisis, Uribe quedaría inexorablemente mal parado.
"Hay dos escenarios. En uno de ellos, Chávez rompe relaciones con Uribe y busca recomponer las relaciones con Santos, lo que sería una maniobra muy hábil si hubiera respuesta del lado colombiano, porque dejaría a Uribe como el que buscó la pelea y dañó las relaciones bilaterales", dijo a La Nacion el analista colombiano León Valencia.
"El otro escenario es que Uribe se haya salido con la suya y haya definido un derrotero que obligue a Santos a mantener la misma línea de su gobierno respecto de Venezuela", añadió.
Cabe aclarar que si Santos desactiva la crisis y logra la normalización de la dañada relación bilateral, añadirá, según afirmó Valencia, una oposición de derecha a la oposición de centroizquierda con la que ya cuenta su gobierno, al ponerse en su contra al hiperpopular Uribe, respaldado por un 70% de los colombianos.
Si no lo hace, y Chávez sigue ejerciendo el poder omnímodo en Venezuela, cuesta imaginar qué otras medidas de represalia restan antes de un conflicto bélico.
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