Lo peor del soviet, en Venezuela
Coincido tanto con la izquierda como con la derecha. La prioridad deben ser los más pobres y, a la vez, está claro que es necesario el orden. Pero lo que definitivamente no le creo al estatismo, de cualquier signo, es que la violencia, supuestamente justa, es el método para lograrlo. Así, por caso, la guerra de las Malvinas me pareció una brutalidad, tanto de los gobernantes militares argentinos como de Margaret Thatcher. En cambio, está claro que la paz es la mejor opción porque permite que la sociedad se organice, espontáneamente, de acuerdo con el orden que rige en la naturaleza.
Chávez tiene su "guerrilla comunicacional", para contrarrestar a través de mensajes de teléfonos móviles, de internet, etc., lo que considera "ataques" de los medios privados. "Por eso es una guerrilla porque es capaz de situarse en cualquier momento y en cualquier lugar", aseguró Tania Díaz, la ministra de "Comunicación e Información".
Aunque no soy venezolano ni resido en ese estupendo país, como algunas de mis columnas son publicadas por El Universal de Caracas, me llegan los mensajes chavistas. Al principio los leía, hasta que vi que no tenían opinión, es decir, muy poco razonamiento y mucha propaganda, slogans y frases armadas. Una pérdida de tiempo. Estos panfletos, dictados por el poder, se financian con recursos del Estado, básicamente, impuestos que se les quitan a las personas coactivamente haciendo uso del "justo" monopolio de la violencia estatal.
Pero hay un problema más grave. En mi opinión, la izquierda (lo mismo que la derecha) tiene un problema sicológico serio, tienen una veneración casi religiosa por la violencia. Uno de los mensajes de la "guerrilla", me remitía a un sitio web lleno de frases típicas: la "lucha" de clases, "aporrea", el "comandante" Castro, "invasión", un verdadero diccionario militarista y violento y, por supuesto, con la típica dialéctica hegeliana ya que aseguraba trabajar para la paz.
En ese sitio web, encontré un artículo que señalaba la "falta de libertad" de prensa en EEUU. Y como ejemplo, daba el caso de un supuesto despido de una periodista de la CNN, Octavia Nasr, por haber lamentado en su Twitter la muerte del clérigo chiíta Hussein Fadlalá, quien habría defendido los derechos de la mujer tan menospreciada en algunos países árabes, a quien el Gobierno de EEUU tenía incluido entre los "terroristas internacionales".
Suponiendo que el caso sea real, solo la despidieron y podrá buscarse otro trabajo. Pongamos las cosas en su lugar: es hipócrita pretender que las personas y las empresas no defiendan sus intereses particulares incluidos los puramente comerciales, porque de otro modo la empresa no podría existir. Es sano y natural defender la propia vida. Pero algunos creen que existe, lo contrario a la vida, una violencia "justa" para solucionar cualquier conflicto de intereses. La "Justicia" de Venezuela procesó, a Luis Enrique Acosta y Carmen Cecilia Nares por "difundir información falsa sobre la banca", lo que prevé penas de prisión de entre nueve y once años, a través de mensajes en Twitter. Para el Estado venezolano propagar "rumores mal intencionados (para desprestigiar al Gobierno), por cualquier medio, es delito". Es decir, por opinar a través de Twitter no se los despide, sino que, utilizando la violencia estatal, se los encarcela.
Mary Anastasia O'Grady, del The Wall Street Journal, cuenta una entrevista con Guillermo Zuloaga, el dueño de Globovisión (que llega al 42% de los televidentes), el único de los tres canales venezolanos que siguen en manos privadas que critica abiertamente al chavismo. Zuloaga y su hijo huyeron de Venezuela, cuando Hugo Chávez ordenó su arresto nada menos que en La Planta, famosa por ser una de las prisiones más peligrosas y violentas del continente. Según el presidente de Globovisión, la presidenta del Tribunal Supremo de Justicia declaró que no cree en la independencia del Poder Judicial, porque eso debilita al gobierno.
La temible KGB soviética solía internar en "siquiátricos" a los disidentes porque, según el Soviet Supremo, no era posible que una persona sana opinara distinto a lo que dictaba la "autoridad". Entre los "comunicados" que me ha enviado la "guerrilla comunicacional", uno acusa a los opositores de tener preocupantes desviaciones siquiátricas y alienta a que el Estado tome medidas. Claro que no están pidiendo que, a un enfermo se le facilite un tratamiento, que le devuelva la paz sino que se utilice el "justo monopolio de la violencia" estatal para encarcelar a todo aquel que el gobierno considere un "peligro público".
El autor es miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity en el Independent Institute de Oakland, California.
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