Fúlmine y capitán Araña
El arrollador triunfo de Juan Manuel Santos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Colombia, más que la aparatosa derrota del candidato del partido verde de Antanas Mockus, es una ratificación del pueblo colombiano a la política de seguridad que ha aplicado el presidente Álvaro Uribe. Dicho de otra manera: la victoria de Santos fue un nuevo triunfo de Uribe. Esto significa, además, un traspié de la corriente del socialismo siglo XXI, inspirada por Fidel Castro y sostenida y financiada por Hugo Chávez, quien ha logrado formar un eje político muy agresivo: Cuba-Venezuela-Nicaragua-Ecuador y Bolivia. Todos tienen como blanco de ataque el sistema capitalista representado por Estados Unidos en el mundo y por el “uribismo” en Colombia. Lo que los colombianos anhelaban y anhelan es que se enfrente y se derrote a la dilatada rebelión de las FARC.
El ideólogo de esa corriente socialismo siglo XXI, Heinz Dieterich Steffan, sostiene que el “Nuevo Proyecto Histórico de las mayorías (…) permite que de las entrañas del sistema se levanten los sin voz ni rostro, los sin tierra ni trabajo para caminar sobre ellos y recuperar el futuro perdido. ¡Bello fin de la burguesía!”.
La derrota de esta corriente, se debe entonces interpretar como el triunfo de Álvaro Uribe que se ha enfrentado exitosamente con el narcoterrorismo de las FARC.
Esta es la más importante significación de la victoria de Juan Manuel Santos.
A más de la “doctrina” en sí, los derrotados son sus arrogantes sostenedores: Chávez y los presidentes del grupo de países del eje latinoamericano, y ello significa un cambio muy importante en el panorama político de la región. Con la circunstancia de que Chávez -el de los petrodólares- ha jugado el papel de Fúlmine y capitán Araña. Apoyó a López Obrador en México, y este personaje que estaba a punto de triunfar, fue derrotado a causa de ese apoyo; Ollanta Humala, lo mismo, el apoyo dado por Chávez, le significó la derrota; ahora Antanas Mockus, que aceptó el apoyo de Chávez, sufrió un injusto descalabro. Hasta aquí lo de Fúlmine. Y lo de capitán Araña: organizó la absurda expedición a Honduras para reponer a Zelaya, aventura que terminó en una comedia bufa, a la cual hay que agregar el infantilismo del gobierno de Correa, de negarle el paso por nuestro cielo al avión que conducía a Porfirio Lobo, presidente de Honduras, cuando retornaba a su país.
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