Uruguay: La doctrina
El País, Madrid
Uruguay lentamente viene pareciéndose más a Latinoamérica. La expansión de los medios de comunicación globales, vía cable o Internet, tiene aparte del millón de ventajas, algunas situaciones que pueden explicar algunos de los comportamientos nuevos, como los que nos vimos sometidos en la definición del Campeonato Uruguayo. De la misma forma que un peón tambero en Guichón puede estar atento a los estrenos de MTV, en los círculos más humildes del cinturón montevideano, las tentaciones del consumismo internacional llegan de la misma manera. Los celulares, las camisetas de marca y los championes, son los íconos más deseados de una generación que mide las escalas de valores por estas estupideces. Asimismo, mientras el mundo le muestra todos estos supuestos placeres, su vida real esta plagada de carencias, de necesidades y de frustraciones. Se forma el paradigma lamentable que pasa de aquel mi hijo el doctor a éste, mi hijo empleado público, botinera o jugador de fútbol. Una especie de marginalización "a la uruguaya".
Estas frustraciones diarias, sumadas a la accesibilidad inmediata de muchos de los objetos que miran por las cadenas internacionales, generan una necesidad de pertenecer a algo que compartimente, que genere status, o tan solo que le dé a un individuo su lugar en el mundo. Así la delincuencia forma su mística, y tiene sus melodías en la cumbia villera, así el tatuarse el cuerpo con un equipo deportivo es sinónimo de distinción, y así al igual que en la frontera el ser bagayero no tiene tanta condena social, en determinados barrios estar metido en la droga o tener cierta influencia delictiva es cada vez más tolerado. Por temor o por ignorancia, la gente observa como proliferan las bocas de pasta base en sus reductos, no necesariamente por jóvenes, sino por familias enteras que los domingos salen a pasear en su Chevette logrado con el envenenamiento de toda una generación.
Esto llevado al fútbol es un cóctel explosivo, más en equipos como Peñarol o Nacional que tienen un historial que transmiten pasado glorioso, status o cercanía a círculos socio económicos que le festejan sus habilidades por tirar papelitos en la tribuna, o por hacer un "trapo" más grande y ocurrente.
La explicación de todo lo ocurrido en la tribuna Olímpica se sintetiza con que la gente que protagonizó la escaramuza, "era de la Ámsterdam", y los desmanes en 18 de Julio tiene un análisis casi simétrico: "Son unos pocos".
La actuación de la policía en los festejos demuestra que el Ministerio cambió para bien, ya no se trata a estos rufianes como víctimas de la exclusión social, sino que se protege a los que portamos el verdadero ADN oriental, que somos gente pacífica y trabajadora.
La línea dura debe continuar, porque esta espiral de pertenecer a grupos violentos también tiene su continuación en un fenómeno aterrador para América, denominado las "Maras", que son mafias tercermundistas, lideradas por marginales violentos que pueden llegar a tener el poder que tienen algunos grupos en las favelas brasileras.
Para que no lleguen hay que dar mensajes claros.
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