Tragedia Griega. Lecciones Chapinas
Mientras la crisis económica griega amenaza con extenderse a otros países europeos, los chapines deberíamos aprender las lecciones que nos deja un país que, se suponía, ya era miembro de la célebre “Unión Europea”.
“No hay atajos al desarrollo económico”. La pertenencia de Grecia a Europa es un accidente geográfico, no un hecho económico. Lejos quedaron los años en los que esa nación fue una potencia. Sus mediocres prácticas socialistas la han convertido en un bochorno. El ingreso de Grecia a la Comunidad Económica Europea y luego a la zona del Euro no era un pase gratis a la prosperidad. Generosas “conquistas sociales”, como el derecho al retiro laboral a los 50 años, entre otras, tomaron el espacio que debió haber tomado la productividad. Se dio el lujo de ser sede de los juegos olímpicos, como si sus antiguas glorias hubieran regresado por simple virtud de un tratado de integración europea. Grave error.
“Actuar como rico no lo hace a uno rico”. Ahora que está de moda el incremento de impuestos y gasto público, Grecia nos recuerda que solo los ricos pueden actuar como ricos. Algunos argumentan que Guatemala debe tener un Estado más grande y ponen de ejemplo a los países ricos con grandes aparatos gubernamentales. Es un grave engaño.
No es lo mismo ser socialista en Francia, Suecia o Alemania que en Grecia, Guatemala o Nicaragua. Cuando alcancemos los niveles de inversión por trabajador y productividad por empleado de los países desarrollados, nos podremos dar el lujo de desperdiciar el capital. Mientras ese momento llega, hay que entender que si el déficit fiscal o la deuda pública fueran parte de la ruta al desarrollo, Grecia sería más próspera que Alemania.
“Uno nunca sabe para quién trabaja”. El rescate económico que están preparando los gobiernos de Alemania y Francia parece más un rescate para sus propios bancos que para el pueblo griego. El interés de Francia y Alemania no es del todo altruista. Cuando EUA “rescató” a México en 1994 o a América Latina en los años 1980, el dinero no se quedó allí. Regresó a los bancos estadounidenses, que habrían sido los grandes perdedores en esas crisis. Aunque no se conoce el grado de exposición de instituciones financieras alemanas o francesas a la deuda griega, no extrañaría que esos gobiernos estén rescatando, en última instancia, a sus propios inversionistas.
Dice el refrán que el tonto no aprende de sus errores, que el inteligente sí, pero que el sabio aprende de los errores de otros. Grecia dejó pasar las oportunidades de ser miembro de la Unión Europea, y ahora enfrenta la realidad. Los chapines tenemos que tener la sabiduría de reconocer que la prosperidad no está en el tamaño del gobierno, sino en la productividad de sus ciudadanos.
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