Frenética carrera por los indecisos en Gran Bretaña
LONDRES.- Cuando faltan tres días para las más inciertas elecciones generales británicas de que se tenga memoria, los líderes de los principales partidos políticos están abocados en una frenética carrera por seducir al 46% del electorado, que permanece sumido en la indecisión.
La primera serie de debates televisivos en la historia británica parece haber ayudado poco en este sentido, por cuanto todas las encuestas de opinión coinciden en predecir que ningún partido ganará una mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes, lo que resultaría en lo que aquí se llama un hung parliament.
El candidato conservador, David Cameron, sigue firme en la delantera en la intención de voto (entre 33 y 38%) frente a sus rivales, el laborista Gordon Brown (27 a 29%) y el liberal demócrata Nick Clegg (28 a 31%). Pero Cameron necesita pasar la barrera del 39% para estar en condiciones de formar gobierno.
Lo que el poder de la televisión podría estar a punto de impulsar es un realineamiento de las fuerzas de centroizquierda capaz de, por primera vez en casi un siglo, convertir a los liberales demócratas en el principal partido de oposición británico, dejando al laborismo en tercera posición.
Esto sería fruto tanto del carisma del líder liberal demócrata Nick Clegg como de la gaffe cometida por Brown al insultar a una simpatizante de su partido a micrófono abierto. Gillian Duffy, la jubilada en cuestión, asestó ayer un nuevo golpe al primer ministro al confirmar que, a pesar de las elaboradas disculpas transmitidas personalmente por Brown, ella rompió el voto postal que tenía previsto enviar a favor de los laboristas.
"Quiso congraciarse conmigo invitándome a visitarlos a él y a su esposa, Sarah, en Downing Street. Si bien no se lo dije, lo primero que pensé fue: «No sé para qué dices eso, porque no te queda mucho tiempo en Downing Street»", señaló la jubilada en una entrevista con el tabloide conservador Daily Mail.
Si los electores no logran decidirse, la mayoría de la prensa británica sí ha tomado claro partido.
Lo más sorprendente es el apoyo dado a Nick Clegg por The Guardian y el dominical The Observer, tradicionalmente laboristas. Un respaldo que justificaron en la necesidad de "un verdadero cambio" que ?estimaron? sólo sería posible mediante la reforma electoral propuesta por los liberales demócratas.
El partidismo abrazado por la prensa ha puesto en tela de juicio el valor de las encuestas encargadas por los medios. El conservador Sunday Telegraph, por ejemplo, proclamó ayer en tapa "la muerte del efecto Clegg", al asegurar que el laborismo había recobrado la segunda posición mientras los tories se mantenían al frente.
En esta atmósfera de incertidumbre, los ánimos han comenzado a caldearse. En las páginas del mismo periódico, Cameron describió a Brown como "una figura desinflada" que, lejos de la imagen de "coloso económico y genio político" que sus allegados le atribuyen, recurre al miedo y a "calumnias desesperadas" para aferrarse "a las llaves de Downing Street".
Brown, en tanto, atacó a su verdadera amenaza, Clegg, caracterizándolo como más idóneo para "presentar un concurso de TV" que para dirigir el país. El líder liberal demócrata retornó el fuego afirmando que el laborismo "ha traicionado" a la clase trabajadora y que su partido es ahora "el único que representa los intereses de la gente de este país".
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