Prisiones ideológicas y unicornios azules
Admitir como válida semejante arbitrariedad es apenas uno de los métodos con que los marxistas ortodoxos, al menos en el debate académico, quieren hoy relativizar el fracaso trágico de los grandes postulados económicos de Marx. A veces (y a regañadientes) aceptan que ciertas aplicaciones han fallado, pero jamás admiten que ello se deba al inmenso error de origen que tuvieron: el ego dogmático de su venerado postulador.
La interpretación ideológica de la economía, la antropología, la cultura, etc., sirve todavía a cierta izquierda latinoamericana para cerrar sus ojos a la realidad. Usan los parámetros del materialismo histórico para declarar dictador a Augusto Pinochet o condenar la guerra en Afganistán, pero también para considerar a Fidel Castro un "liberador" y justificar las escaramuzas guerreristas de Hugo Chávez.
Y ni de lejos creamos que estos marxistas nostálgicos consideran lo anterior una contradicción: antes bien, lo asumen como la constatación intelectual de sus premisas. Si alguien se atreve a señalar que Cuba es una dictadura está irremediablemente equivocado, porque observa la realidad desde la actitud "burguesa" a la que se encuentra "sometido", o es uno de los abundantes opresores que ha parido el capitalismo. Punto.
El texto que Dagoberto Gutiérrez escribió para ¿responder? a una columna de Marvin Galeas es una muestra magnífica de la valoración marxista de la historia. En ese texto, publicado por el periódico Co-Latino, el líder de la "Tendencia Revolucionaria" inicia, precisamente, con un juego de apariencias. Habla de los "intereses individuales" de los participantes de nuestra guerra civil, no forzosamente coincidentes con "los ideales que impulsan a tomar decisiones grandes (que) son en función de muchos y muchas". (Sic).
Partiendo de este primer cruce de espejos, Dago pasa a explicarle a Marvin que el cese del conflicto armado, y la consecuente "implosión" del FMLN, trajo consigo la bifurcación práctica de los caminos que sólo la guerra había mantenido unidos, por lo que cada uno de los actores "siguió mirando, entendiendo y sintiendo la realidad con sus propios ojos". Y termina el párrafo acotando: "…uno no mira con los ojos sino con el cerebro y la realidad no tiene con uno una relación directa sino indirecta, mediada por la ideología".
Es así como un marxista bien formado escapa, literalmente, a las incongruencias que le escupe la realidad histórica. Los amigos y los enemigos lo son por razones puramente ideológicas. Los hechos objetivos no existen, a menos que se adecúen al plan social de la producción, tal cual se defiende en "El Capital" y en su retahíla de apologistas.
Alguien que se resiste a entender la libertad como el mero cumplimiento de las actividades económicas que le demanda la sociedad, tiene razones más que suficientes para considerar antihumanas las fórmulas marxistas. Por eso es que los liberales no tenemos empacho en llamar "dictadores" —sin distinciones retóricas— a Pinochet y a Castro; por eso es que nos atrevemos a criticar los intentos de reelección presidencial en cualquier país del mundo, sea en la Venezuela de Chávez, sea en la Colombia de Uribe.
En otra reciente polémica pública, esta vez entre Carlos Alberto Montaner y Silvio Rodríguez, el cantautor cubano cometió el "error" de intentar responder a las preguntas directas que le formulaba su contendiente. Artista al fin, Silvio creyó que su pasión bastaba para defender al régimen castrista de la abrumadora enumeración de evidencias presentada por Montaner. El creador de "Unicornio azul" no fue, en suma, suficientemente ideológico en sus planteamientos… y perdió el debate.
Los comunistas estudiosos, en cambio, como Dagoberto Gutiérrez y otros, tienen a su favor la locuacidad del fervor intelectual que, sin embargo, sabe contenerse a sí mismo. No les espanta la realidad; no concurren al enfrentamiento con los hechos, por muy bien registrados que se encuentren. La historia, para ellos, es una especie de mito, una construcción ideológica que habrá que derribar en el momento oportuno.
Las preguntas directas que Marvin Galeas le hizo a Dagoberto Gutiérrez jamás iban a ser contestadas directamente. De haberlo hecho, Dago habría sido incongruente con su propio pensamiento. A partir de este breve intercambio de posturas, no obstante, podemos aprender a desconfiar de los absolutismos ideológicos. Porque si seguimos aceptando esas anteojeras como la prueba fundamental de que estamos vivos, esa visión no tardará en volvernos miopes, es decir, insensibles al reconocimiento de otras miradas posibles. Y terminaremos llamando "democracia" a la tragedia cubana.
El autor es escritor y columnista de El Diario de Hoy.
- 28 de diciembre, 2009
- 17 de octubre, 2018
- 4 de diciembre, 2024
- 28 de junio, 2015
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