Elogio de Carlos Alberto Montaner
Ideas – Libertad Digital, Madrid
Los muy corajudos miembros del Instituto Juan de Mariana acaban de otorgar su premio, que reconoce trayectorias vitales íntimamente ligadas a la lucha por la libertad, a Carlos Alberto Montaner, cubano de pro que no sabe bailar el chachachá y mucho más amigo de lo cierto que de Silvio el Cervizial.
Desde que salió sin irse de Cuba, se ha pateado las Américas y ésta su otra y Madre Patria predicando las virtudes de la libertad, denunciando los desmanes de los socialistas de todas las partidas y las sevicias de todos los tiranos; clamando por la libertad de su Isla, fraguando conciliaciones, tendiendo manos, para que de una maldita vez caduque el verso, Cuba nos une en extranjero suelo, martiano.
Viaje al corazón de Cuba, por ejemplo. Un interesantísimo prontuario de la historia de la Cuba independiente que permite entender muchas cosas de las que allí, ahora, pasan. "Lo escribí –explica en las 'Dos palabras' que ha puesto a modo de prólogo en su recentísima reedición– con el objeto de que [los mandatarios que iban a asistir a la Cumbre Iberoamericana de La Habana de 1999] entendieran qué era Cuba y en qué consistía la revolución que allí había ocurrido. Un presidente amigo se encargó de hacerles llegar los ejemplares de la obra a sus colegas. Algunos me acusaron recibo muy agradecidos. Otros, como Hugo Chávez, me acusaron de mentir. Son gajes del oficio".
Este Viaje…, como Cuba, un siglo de doloroso aprendizaje, como tantas otras obras de Carlos Alberto, no deja de ser una suerte de pesquisa en torno a la pregunta crucial, la versión caribeña de la que hizo célebre al Zavalita de Conversación en La Catedral: ¿en qué momento se jodió el Perú? ¿En qué momento se echó a perder la mayor de las Antillas? No aquel primero de enero de 1959 en que Fidel Felón penetró (en) La Habana, no el día en que Batista mandó al traste la democracia cubana. Sino cuando, antes de 1902, mucho antes de 1898, los cubanos crearon las condiciones políticas, económicas, culturales, civilizacionales que hicieron posible la emergencia y pervivencia del Tiranosaurio y de su hermano resentido, el Chino acomplejado, todo sombras.
Por desgracia y por supuesto, la pregunta zavalítica cabe hacerla de todos los países de la Hispanosfera. Prueben, prueben. ¿Cómo es que está así Venezuela? ¿Qué le pasa a la Argentina? ¿Tuvo alguna vez arreglo México? Montaner probó; leyó, analizó, observó, conversó… y produjo Las raíces torcidas de América Latina, "un libro indispensable", al decir de Mario Vargas Llosa. Y, sí, una suerte de réplica de La Biblia del Idiota, Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, enemigo jurado de la libertad.
Como es un libro que incide mucho en el lado oscuro del legado español (autoritarismo, caudillismo, fanatismo, desconfianza hacia el individuo y las relaciones voluntarias, miedo o tirria a la libertad…), puede o es seguro que su lectura resulte incómoda para el lector de este lado del Charco. Pero así vienen dadas, y quien no quiere ver en lo que es, en poco quiere a la Patria. Así habló a este respecto Montaner en noviembre de 2002, en un debate que a propósito de este libro monté en el periódico universitario Menos 25:
España es mi experiencia más importante. Yo viví en EEUU, y me pude haber quedado allí, donde tenía una cátedra. Pero preferí venir aquí, porque España era el lugar donde yo suponía me iba a sentir mejor, donde quería criar a mi familia. Y así fue, efectivamente. O sea, que ser crítico con España es como ser crítico con Cuba: las cosas que yo digo sobre la historia de Cuba son las cosas más incómodas, pueden doler a cualquier cubano al que le hayan ido con el cuento de la República heroica, siempre luchando por la libertad. Pero nuestra historia no fue así, los cubanos somos responsables de todo lo que nos ha pasado: un tipo como Fidel Castro no cayó del cielo, fue la consecuencia de una mentalidad social que abonaba la creación de un Estado monstruoso, como el que finalmente llegó. O sea, que en el libro no hay ningún componente antiespañol, entre otras cosas porque ser antiespañol, antiamericano, antiinglés…, es una manera estúpida de perder el tiempo.
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