Argentina: Tener razón sin marchar preso
La Argentina que nos toca vivir y protagonizar en estos tiempos parece tener un elemento común, muchos, casi todos quieren tener razón. Pocos, muy pocos quieren tener paz.
Pocas cosas en la vida nos hacen derrochar mas energía que querer tener razón y nada nos hace malgastar más tiempo y esfuerzo que tener razón a cualquier precio.
Si la primera víctima de una guerra es la verdad, querer tener razón a cualquier precio es una acción analógica al emprendimiento bélico. Es mas, la guerra tiene prisioneros, pero la versión 2010 de querer tener razón a cualquier precio no admite, por parte del obcecado de turno, el pago de costo alguno. La vieja frase dice que al que no le guste la condena no cometa el delito, pero aquí, en aquella reedición existencialista de Sartre, “el infierno son los otros” y por lo tanto, ellos son los responsables de mis irresponsabilidades.
El nuevo reglamento político ratifica que las normas están por debajo de la conveniencia política y que lo que el otro hace está mal por que lo hace el otro y que lo que yo hago está bien porque lo hago yo.
Volviendo a la sabiduría existencialista de Jean Paul Sartre seria bueno recordar una de sus frases “basta con que un hombre odie a otro para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera”‘.
Querer tener razón a cualquier precio, pero ya ni siquiera reeditar el recordado “marche preso”, es desconocer el karma que, mas allá de nuestras ilusiones, nos alcanzara como una lógica secuencia en la que me toca vivir hoy lo que ayer provoqué. Suponer que aquello que hice estuvo bien. Pero no, lo que provoca es ir por la vida sin conocer ni causas ni efectos.
La galardonada película “El secreto de sus ojos”, muy elogiada por nuestra presidente, tiene una escena que sintetiza el deseo enfermizo de tener razón a cualquier precio. El que tal vez no sea otra cosa que una forma encubierta de querer ganar siempre o de no fracasar, situación esta que el ego no tolera. En el film, el sospechado de haber violado y matado a una joven desmiente por completo tales acusaciones, sin embargo al ser señalado hábilmente por quien lo indaga como una persona débil e impotente, reacciona orgulloso con la mas brutal y gozosa de las confesiones. El imputado prefiere no ser marcado como un perdedor, ser poco dotado sería mucho peor que ser un violador o un homicida, ya que para él ese sería el verdadero fracaso.
Mientras que sigamos jugando a tenerla mas grande que el otro (me refiero a la razón, no sean malpensados), mientras que no queramos fracasar a ningún precio, seguiremos fracasando a costos enormes. No parece importar si soy tramposo o si mis acciones tiran por la borda mis palabras. El principio general parece ser, con tal de no perder, hago lo que sea. La cuestión es tener razón siempre y no marchar preso nunca.
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