Argentina: El ajuste es consecuencia, no decisión
La Presidenta ha insistido en presentar, una vez más, el falso dilema con el que comenzó el año: ajuste o reservas.
Cuando la Presidenta nos informa que necesita usar parte de las reservas para pagar un gasto público, nos está diciendo que la plata no le alcanza, es decir que entre los ingresos públicos y los gastos públicos, incluidos los servicios de la deuda, hay un “desajuste”. No son reservas para pagar deuda. El dinero es fungible: si uso dólares del Banco Central para pagar deuda, “liberó” los pesos destinados a pagar esa deuda para pagar, por ejemplo, salarios. De manera que es lo mismo que decir “uso las reservas para pagar salarios”.
Ahora bien, ¿por qué el dinero no alcanza en un año en que la cosecha de soja y los buenos precios internacionales mejorarán los ingresos por impuestos a la exportación? ¿Por qué el dinero no alcanza en un año en que se pronostica un crecimiento importante de la economía, después de la recesión de 2009, mejorando los ingresos impositivos corrientes? ¿Por qué el dinero no alcanza en un entorno de presión fiscal sobre los pagadores de impuestos que está en sus máximos históricos, no sólo por las mencionadas retenciones a la exportación, sino también por el impuesto al cheque y la transformación de ahorros de futuros jubilados en ingresos públicos, al terminar con el régimen de AFJP? ¿Por qué el dinero no alcanza con una renovación automática de parte de la deuda pública, debido a la expropiación del stock de ahorros en las AFJP, pasados a la ANSES, junto con otros activos que se han ido vendiendo o podrían venderse?
El dinero no alcanza porque la explosión del gasto en estos años ha sido extraordinaria. ¿Y a qué se destinó esa explosión del gasto, que se nota tan poco en la calidad de los bienes públicos esenciales como educación, salud e infraestructura básica?
Se destinó a mantener una estructura de precios de la energía, el transporte y algunos otros rubros, para la Capital Federal y el Conurbano bonaerense, alejada de sus verdaderos costos de producción y precios de venta, alentando el consumo desmedido y desalentando la oferta privada, con un esquema de subsidios discrecional, poco transparente y regresivo.
Se destinó a nuevas jubilaciones para gente que nunca aportó al sistema, muchos de ellos de clase media y media alta, y muy pocos verdaderos necesitados de este regalo.
Se destinó a un aumento importante del empleo nacional y provincial, más aumentos de salarios y de las jubilaciones más bajas. Se destinó, es cierto también, a subsidios para gente que los necesita, pero con un sistema clientelar y arbitrario, y con un diseño que ayuda poco a mejorar la capacidad de este sector para acceder a trabajos genuinos en el futuro.
Se destinó a obra pública asignada, también, en forma poco transparente, en función de prioridades políticas y no socioeconómicas y con evidentes sobreprecios. Y se gasta, finalmente, en cancelar deuda pública.
Todo este paquete ha llevado al gasto público argentino –nacional, provincial y municipal– a niveles históricos récords, se lo mida como se lo mida.
Como pasa en su casa cuando se gasta más de lo que se recauda y no se quiere “ajustar”, o se consigue crédito, o se usan ahorros, si los hay. Pero el uso del crédito o de los ahorros tiene sentido si se espera que la situación cambie en el futuro; de lo contrario, sólo se posterga el problema de fondo.
El Gobierno argentino quiere usar reservas (ahorro) y crédito para dejarles el ajuste a los que vengan después: “Si quieren ajuste, que vengan ellos”.
Pero el crédito “voluntario” está limitado por la reputación y la propia situación fiscal. El crédito “forzoso”, por su parte es, por ahora, la emisión monetaria, que permite pagar gastos sin recaudar impuestos genuinos pero generando inflación.
Y aquí está el centro del falso dilema: el ajuste del gasto se está haciendo igual, licuando, con inflación, las jubilaciones y los salarios públicos e incrementando nominalmente los ingresos. Mientras el gasto público suba por debajo de la inflación y el crecimiento real de la economía, habrá ajuste, aunque el gasto nominal no baje. Si, por el contrario, el gasto sube por encima, hará falta vender más reservas o usar más crédito y más inflación, generando una espiralización peligrosa.
El ajuste, entonces, no es una elección: se hace por las buenas o por las malas, ahora o más tarde.
- 23 de enero, 2009
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