Huir del país o suicidarse?
Qué habría sido más digno, virtuoso o ético: que Sócrates se suicidara, como lo hizo, o que hubiese huido al exilio, como al parecer pudo? ¿Habría sido esto último -por excesivamente fácil- indigno o inmoral? ¿Es siempre lo más difícil -lo que nos exige esfuerzos, sacrificios o costos- lo más valioso o ético? ¿Fue aquel suicidio un acto de valentía, en tanto que huir habría sido cobarde? ¿Fue la muerte una manera de asumir su responsabilidad, mientras que huir habría sido irresponsable? ¿¡¡Es, en verdad, inmoral la cobardía y moral la valentía!!? ¿Tuvo razón Platón al endiosar a Sócrates, convirtiéndolo en emblema ético de Occidente o fueron más acertados otros dos de sus coetáneos ilustres: Aristófanes, que se burló de él cuanto quiso y Jenofonte que lo tuvo por un moralista simplón?
A lo largo de ya casi 40 años de arañar la filosofía nos ha dado mucho ánimo el creer que el suicidio de Sócrates fue un acto moral sublime, pero de repente descubres que tal vez lo ético habría sido huir cobardemente y aprovechar los años adicionales para profundizar sus ideas. ¡¡Qué distinta habría sido la historia intelectual de Occidente, si en ese tiempo extra Sócrates hubiese descubierto -bien temprano- que el pensamiento racional no tenía la solidez que él le atribuyó o que, como intuyeron Wittgenstein y Levinas -bien tarde- la ética nada tiene que ver con el Ser, es decir, con la realidad!! ¿No habría sido eso moralmente más valioso que el suicidio?
Reflexiones, éstas, que brotan de confrontar la Rebeldía y la Resignación, en la lectura frenética que estamos haciendo de Albert Camus. Se me ocurrió en el último artículo decir que estos dos valores tenían exactamente el mismo valor& y ardió Troya, el mail no ha parado: "¿Cómo se le ocurre? Usted no sabe nada de filosofía". "Tanto hablar de ética sin saber lo que ésta realmente es. La Rebeldía, señor, es un valor, una síntesis de la dignidad, algo que nos eleva moralmente. La Resignación, por el contrario, degrada el Espíritu, es la ética de la sumisión". "Camus, señor Gómez, expresa lo más elevado de nosotros, la capacidad de influir sobre el mundo para mejorarlo; la Resignación, por el contrario, es la Edad Media, el oscurantismo, la sumisión ante Dios".
Cuando empiezas a intuir que nada de eso es verdad, que la Resignación es tanto o más digna que la Rebeldía; que aceptar la realidad -tal cual es- es tanto o más ético que querer cambiarla; cuando empiezas a intuir que la Moral es absolutamente incognoscible, que no hay en ella nada universal o general y que, dependiendo de las circunstancias, matar o mentir puede ser muy malo& ¡¡o profundamente bueno!! Porque la moral sólo tiene sentido si es radicalmente existencial, esto es, si atañe a las circunstancias específicas y concretas que nos obligan a optar moralmente; cuando descubres ¡¡que no siempre es posible diferenciar a priori entre el Bien y el Mal!!, empiezas a barruntar no sólo lo endeble de las ideas de Camus, sino -lo esencial- que la noción de Dios que manejamos es también endeble y limitada. Cuando descubres que ese Dios Light sólo tenía sentido cuando no se había producido, con Kant, la quiebra espectacular de la ética occidental, cuando no sabíamos que la visión del Mal (y de lo Humano) que teníamos era también light, ingenua, casi angelical, cuando no habíamos vivido la barbarie absoluta del holocausto Nazi y los genocidios masivos de Stalin y Mao. En cuanto entiendes todo esto, captas también que para enfrentar el Mal Radical y la quiebra de la ética necesitas una visión de Dios mucho más poderosa.
- 31 de octubre, 2006
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