¿Cuál es tu Martí?

Generación Y, La Habana
ntre todas las esculturas de Martí que tiene esta ciudad, hay dos que me parecen tan contrarias y antagónicas que apenas si puedo reconocer en ellas a la misma persona. Me refiero a la estatua que preside el parque Central y al otro Martí –cercano al mar- que dirige su dedo amenazante contra la Oficina de Intereses de los Estados Unidos.
Sé que cada cubano tiene su propio Martí. Él mío se parece más a la figura, de mano levantada –con el gesto de quien pide la palabra- que se ubica en la céntrica plaza a pocos metros del Capitolio. Con su índice de mármol parece estar dispuesto a esperar ochenta años más hasta que le permitamos hablar. Fantaseo con las palabras que le oiríamos decir si no estuviéramos sumidos en esta algarabía de consignas e insultos. Serían, sin duda, frases de tono civil dichas con la cálida voz del que propone ideas y no con la histérica entonación del que da órdenes.
El otro Martí -de pectoral atlético y pose acusatoria- deja poco espacio para la imaginación. Su brazo izquierdo señala a un punto fuera de nosotros e intenta concentrar en él la causa de todos los problemas. Ni siquiera el inusual detalle del niño reposando en su pecho, logra hacerme olvidar lo autoritario de su postura. Frente a este Martí soy yo la que extiendo la mano y espero por un iluso permiso para expresarme.
Dos estatuas y un mismo individuo: un Martí al que no dejamos hablar y otro que no nos quiere oír.
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