Clima de motín: ya no funciona como antes la cadena de mandos de los K
La Prensa, Buenos Aires
La presidenta Cristina Fernández se defendió el lunes pasado durante un tramo de su mensaje a la Asamblea Legislativa con la siguiente declaración de principios: `Está esa Argentina virtual y mediática que planteó que odiábamos a las Fuerzas Armadas. ¡Por Dios! ¿Nosotros, los peronistas, contra los militares? ¡Somos el único partido político vigente en la Argentina fundado por un general! (Aplausos)'.
Tal vez sin saberlo la jefa de Estado ratificó con sus palabras una antigua creencia del historiador José Luis Romero que no sin ironía opinaba que el peronismo tiene `ideología de estado mayor'. Y en el mismo acto de admitir su ADN político la primera magistrada identificó también el principal problema que afecta hoy a su gestión: está rota la cadena de mandos, lo que para una cultura militarizada de la política involucra problemas serios.
Tal vez no terminales, porque la oposición es como ella misma definió un `rejunte' ocasional sin fuerza, consistencia, ni liderazgo, pero problemas al fin, ya que genera mucho ruido político. Como ni el Congreso ni el Poder Judicial se someten a sus dictados, buena parte del `establishment' y de la sociedad se alarman ante la posibilidad de que el país ingrese primero en una etapa de conflicto de poderes y posteriormente en otra de ingobernabilidad.
¿Cómo y por qué se llegó a esta situación? La historia ha sido contada muchas veces en este espacio. El `modelo' puesto en marcha sobre las ruinas de la convertibilidad y usufructuado por los Kirchner durante los últimos siete años se basó en la utilización del abundante superávit fiscal para comprar voluntades entre la dirigencia. Construyeron su poder con dinero público. La `caja' financió la `transversalidad', la `concertación plural', a los organismos de derechos humanos, a los piqueteros, a los sindicatos, a los intelectuales amigos y a los medios de comunicación también amigos.
Esto permitió `militarizar' la política, aplicando una disciplina férrea a los adictos e ignorando a los adversarios que pasaron a la categoría de `enemigos'. No hubo diálogo, ni búsqueda de consenso; en resumen no hubo política, sino imposición de mayorías regimentadas. El Congreso se convirtió en una `escribanía' y la Justicia anduvo con pies de plomo para no enojar al poder que controlaba el Consejo de la Magistratura, herramienta remodelada para disciplinar jueces eventualmente díscolos.
Pero el superávit fiscal comenzó a deteriorarse y paralelamente el poder de los Kirchner a tropezar con problemas, porque el sistema de `lealtades' es financieramente insostenible en el largo plazo. No importa cuánto aumente el gasto público, siempre demanda más. De manera que primero hubo que pedir fondos en condiciones ruinosas a Hugo Chávez, después al Banco Central y al Nación, después aumentar las retenciones y finalmente confiscar el ahorro de los trabajadores acumulado en las AFJP. Como nada de esto alcanzó hubo que recurrir por último a las reservas.
Algunos intentos de fortalecer la caja tuvieron resultados contraproducentes. Por ejemplo, el de las retenciones que empujó a Néstor a una pulseada con el campo que terminó en derrota. La siguiente derrota fue electoral, en las elecciones de junio, lo que tuvo como consecuencia la pérdida de la mayoría en la Cámara de Diputados y en la de Senadores. Todavía están los sargentos Rossi y Pichetto para recibir las órdenes, pero la tropa a la que deben trasmitirlas se redujo dramáticamente. Allí reside el fundamento del actual forcejeo que tiene a la presidenta todos los días en los medios criticando a la oposición, a los jueces y a los medios.
La presente etapa se caracteriza, por lo tanto, por órdenes inclumpidas. Con clara conciencia de la situación, la presidenta intentó zanjar el problema recurriendo a decretos de necesidad y urgencia, pero primero la Justicia y después el Congreso bloquearon esa posibilidad. La reacción fue insistir con el poder recortado que le queda y el de amparar funcionarios fieles, como la presidente interina -muy interina- del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont.
¿Hay riesgo de crisis? No tanto como parece, porque la oposición es todavía mucho más débil que el kirchnerismo, a pesar de todos los esfuerzos que hace el kirchenrismo para unirla. Julio Cobos tiene poder cero, los radicales no quieren que haya olas y la única belicosa es Elisa Carrió, pero el día que el gobierno deje de facilitarle las cosas volverá al segundo plano en el que había quedado después de su derrota electoral en junio.
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