Incongruencias mortales
Uno de estos casos es el de la pena de muerte como remedio y castigo a los delitos, que es cada vez menos frecuente en las legislaciones de los países. Los convenios internacionales destinados a protegerla están siendo suscritos por cada vez más naciones, mientras en otras dicho castigo ha caído en desuso aunque se contemple en su legislación.
Aplicarla, se dice, no es más que autorizar a matar a los que han matado; es intentar solucionar con la muerte el problema de la muerte: un sinsentido. Pero, lo que quizá racionalmente parece muy claro, emocionalmente no lo es tanto. Principalmente en el caso de crímenes abominables que reclaman la ley del Talión, y justo por ello intentamos legislar, para evitar que la gente se deje llevar por sus emociones y se comentan injusticias.
José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno español y presidente semestral de la Unión Europea, es uno de los principales activistas en la iniciativa que propone una moratoria mundial de las leyes sobre la aplicación de la pena capital. Una acción verdaderamente loable.
Sin embargo, el mismo que firmaba hace unos días en Ginebra el documento que recoge frases tales como "nadie tiene el derecho a arrebatar la vida a otro ser humano", la siguiente mañana firmaba en la sede de las Cortes de España una ampliación de la ley del aborto.
¿Candil de la calle y oscuridad en su casa? ¿Doble rasero moral? Difícilmente. Es una incongruencia tan grande que es muy complicado intentar achacarla sólo a mala voluntad.
¿Por qué defender el derecho a la vida de criminales y delincuentes, y establecer como un derecho de la madre interrumpir la vida del más inocente de los seres: el habitante de su propio seno? ¿Por qué afirmar que los criminales tienen derecho a una oportunidad de reinserción social, de demostrar a la sociedad que están dispuestos a cambiar el modo en que viven.y negar a las víctimas del aborto la oportunidad de empezar su vida?
La única respuesta es que el Sr. Rodríguez Zapatero tiene raseros diferentes para realidades que no son diferentes: para él el criminal es persona, pero el bebé en el seno de su madre no lo es. Piensa que la libertad del reo puede ser restringida pero no cortada de raíz, mientras que la libertad de la madre es absoluta, tanto que puede disponer de la vida de otro. Le parece que los crímenes abyectos no legitiman a la sociedad para deshacerse de un individuo que la perjudica, mientras el sólo hecho de haber sido concebido sin el deseo de la madre es un crimen de suficiente entidad como para justificar la muerte.
En definitiva: para él, y los que promueven el "derecho" al aborto, la pared del útero materno es la frontera que define quién es ser humano y quién no lo es. De este lado la vida merece todo respeto, del otro está sujeta a la voluntad de los demás.
Si lo que se pretende es proteger y respetar la vida, la moratoria debería aplicarse a la pena de muerte –-cómo no–, pero también a las leyes que permiten el aborto… Hasta matemáticamente saldríamos ganando. Aunque, en lo que respecta a las personas, la matemática es lo que menos importa.
El autor es columnista de El Diario de Hoy.
- 23 de julio, 2015
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- 24 de septiembre, 2013
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