Colombia necesira instituciones sólidas y no un hombre fuerte
Entrevista a Michael Reid, Editor para Las Américas de The Economist
El Editor estuvo en el Hay Festival en Cartagena para hablar de su libro El Continente olvidado: La lucha por el alma de América Latina (Grupo Editorial Norma, 2009).
¿Cuál es el argumento principal de su nuevo libro?
El libro muestra, sin minimizar las dificultades, los avances importantes y el progreso evidente en la mayoría de los países de América Latina durante los últimos años. La democracia no está condenada al fracaso en la región; al contrario, existe una tradición democrática y constitucionalista, aunque truncada. Por fin las democracias de masas han echado raíces en la región. Planteo a la vez que el desarrollo económico capitalista se ha logrado consolidar en varios países democráticos y ha mostrado ser la mejor forma de garantizar el progreso socio-económico sostenible. ¿Cómo está estructurado el libro?
El periodo del libro es de 1800 a 2006; había pensado empezar en 1980, pero me di cuenta que tantas discusiones relevantes hoy en día tenían sus raíces en decisiones políticas tomadas en el Siglo XIX. Empiezo con un análisis crítico de tres explicaciones convencionales sobre la dificultad de establecer la democracia y el desarrollo en la región: la teoría de la dependencia, planteada de forma más brillante y propagandística por Galeano; la teoría que el rezago histórico del continente se atribuye a una cultura corporativa autoritaria ibérica, al legado de la época colonial; y la teoría de Hernando de Soto en torno a los derechos a la propiedad y la falta de una cultural legal. Manifiesto las deficiencias de cada argumento.
¿Y cuales son?
En cuanto a la teoría de la dependencia, los E.U. sí fueron culpables del golpe de estado en Guatemala en 1954, con consecuencias inmensamente destructivas, y por apoyar a otras dictaduras autoritarias durante la Guerra Fría; pero los patrocinadores principales de los golpes contra Allende, en Argentina (1976) y en Brasil (1964) fueron en cada caso nacionales. Por otro lado, la teoria de la dependencia no puede explicar el desarrollo de Asia.
Los avances en la España contemporánea, tanto culturales como económicos, cuestionan el aserto que la cultura ibérica sea intrínsecamente hostil al capitalismo y a la democracia; y los derechos a la propiedad, siendo socialmente construidos, no son empíricamente una explicación total del rezago histórico del continente. Sigo con varios capítulos históricos, sobre el auge y caída del Consenso de Washington; los cambios sociales en el continente; el caudillismo, los avances del Estado y de la democracia, y un capítulo final sobre América Latina en el mundo. Quedaron por fuera dos capítulos por los cuales no había espacio al final: uno, sobre la justicia transicional; el otro, sobre el medio ambiente y el cambio climático.
¿Cómo ve el estado del arte en cuanto a la pobreza y la desigualdad en América Latina?
Cinco años de crecimiento económico (2003 – 2008) a más de 5% han logrado que 60 millones de personas salieran de la pobreza; la desigualdad se ha reducido en 14 de los 17 países por los cuales existen datos comparables. La democracia, la estabilidad, el crecimiento económico, y la inversión en la educación pública son los requisitos fundamentales para reducir la pobreza y la desigualdad extrema en el continente. El ejemplo del Brasil de Cardoso y de Lula muestra el papel protagónico de las políticas públicas en reducir la pobreza. La pobreza ha estado aumentando últimamente en Venezuela, prueba contundente de que los logros alcanzados en un contexto populista son más frágiles en el largo plazo.
¿Cómo percibe la política de los E.U. en torno a América Latina durante el Gobierno de Obama?
Hay un nivel de continuidad con Bush II, pero el discurso es diferente, con un intento más abierto para confiar en las virtudes de la diplomacia multilateral. La Administración no salío bien librada de la situación en Honduras, pero ningún otro país tampoco; en Haití, los E.U. brindaron apoyo eficaz humanitario inmediato, una manifestación clara de su buena fe y su capacidad militar y logística; en cuanto a Cuba, los avances de la administración de Obama han sido decepcionantes en su timidez.
¿Y el tema de drogas?
Ha habido algunos avances, enmiendas a la política del gobierno federal y en torno al uso médico de la marihuana; pero sería un político democrático muy audaz quien abogara por una legalización de la producción pronto. Es más fácil para nosotros los periodistas hacer esto: ¡ya caímos en descrédito hace mucho tiempo!
¿Cuál es el papel del continente en torno al medio ambiente y el cambio climático?
El panorama en cuanto al cambio climático es preocupante, por ejemplo en cuanto a las implicaciones del retroceso de los glaciares en los países andinos; habrá que invertir más para asumir acciones y políticas de adaptación y de recuperación, las cuales serán costosas y difíciles.
En torno al medio ambiente en general, es importante que las empresas multinacionales respeten la legislación ambiental de cada país; ha habido excesos claros, aunque el lobby ambiental también exagera la situación a menudo. Los fondos REDD serán una prueba clave -empezando en Brasil- de la capacidad de cada estado para reducir la deforestación en su país, con sistemas de monitoreo y de aplicación de las leyes vigente serios.
¿Y su análisis de Colombia?
The Economist ha sido consistente en su reconocimiento de los logros de la política de seguridad democrática del Gobierno del Presidente Uribe; en 2002, identificamos la necesidad por una mejora significativa de la seguridad en el país y un aumento en la inversión. Hemos criticado los abusos, por ejemplo los 'falsos positivos', y los excesos del DAS. Pero reconocemos los logros genuinos del Gobierno actual en asegurar el monopolio estatal en el uso de la fuerza.
¿En contra de una eventual reelección del Presidente, entonces?
Abogamos que lo que más le hace falta a Colombia son las instituciones fuertes y no un hombre fuerte. Los frenos y contrapesos del país, diseñados por un sólo término presidencial, arriesgan ser severamente debilitados en caso de una reelección.
Un tributo del éxito del Presidente ha sido un cambio en la agenda del país. Un tercer período haría que, en el contexto regional más amplio, el Presidente fuera agrupado con Chávez a pesar de las diferencias en sus políticas económicas (y no con Lula o con Bachelet, quienes no buscaron una reelección a pesar de su popularidad). Crearía a la vez divisiones internas e internacionales difíciles de superar.
¿Alguna reflexión final, y algún colombiano quién le ha inspirado en particular?
Como Mario Vargas Llosa lo sostuvo en su conferencia en el Hay Festival, uno tiene que adelantar estos puntos de vista con respeto; así lo hago, con cariño y con un respeto por Colombia que tengo desde mi primera visita al país en 1986. El ex Ministro Juan Luis Londoño (1958 – 2003) me inspiró mucho en su conocimiento y su visión.
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