El nuevo libro
7 de febrero, 2010
7 de febrero, 2010
El nuevo libro
Después de los teléfonos inteligentes y los reproductores MP4, se viene el furor de los libros electrónicos. Para muchos será otro paso al futuro. ¿Qué nos espera a nosotros con este nuevo lanzamiento? En Paraguay, por ejemplo, los celulares entraron más rápido que en países europeos, aquí no damos vueltas con análisis sociológicos.
¿La era de la rapidez y la facilidad podrá combinar con la lectura, con la literatura? Los últimos modelos de este librito traen incluso un teclado para hacer anotaciones, una pantalla que no cansa la vista, que se puede conectar en Wi-Fi para bajar libros por Internet. En fin, un chiche sofisticado y amigable, pronostican.
La mayor parte del pueblo tiene un marcado entusiasmo tecnológico, es decir, compra súper máquinas aún sin saber cómo las usará ni para qué. Es la transición de un tiempo a otro y que nos auspicia que todo cambiará. El libro electrónico será divulgado seguramente en distintas fases: primero para los profesionales, después para los que no entienden ni jota pero pueden pagar y tercero brotarán maxi y mini planes para que el pueblo tenga acceso. Tal cual como pasó con el celular.
Yo soy amante de aquella frase atribuida a Kempis: “He buscado paz por todas partes, pero no la he encontrado en ningún lado, excepto en un rincón con un libro”.
Tanto en nuestro país basta hacer un recorrido superficial para ver que la falta de lectura es uno de los problemas más graves que tenemos tanto en el hogar como en la escuela. Cuando se anunció en los medios que murió Sandro, toda una masa de gente daba su sentido pésame. Hace días murió el escritor argentino Eloy Martínez y creo que aquí solo una persona comentó algo. Igual triste suerte corren nuestros escritores. Escasean las profesoras de literatura que leen libros y aconsejan obras para las vacaciones. Y no sé si será cierto que hoy en el colegio, en vez de los maestros universales de la pluma, se lee a Paulo Coelho. Lo que puedo recordar de conversaciones cotidianas es hilarante pero triste a la vez. Una adolescente me decía: “No leemos luego nada en el colegio; bajamos el argumento de Internet y de ese hacemos la tarea”. Una entrevistada, tomada por sorpresa, respondía: “Mi libro preferido es Marianela, de García Márquez”. Una vez en Areguá pregunté por la casa de Casaccia y me contestaron: “No sé, no les conozco a las familias del barrio”. Y en una de las grandes librerías de nuestra ciudad veía “Crimen y Castigo” con una portada ahuyentadora: una mano con un cuchillo en primer plano y detrás una vieja sentada; parecía la ilustración barata de un folletín de terror y no una obra maestra de la psiquis humana.
¿Para qué nos servirá el libro electrónico si no sabemos leer? No tenemos ni planes remotos para divulgar la lectura, los cuentos para niños que venden en los supermercados son terribles: “El conejito no quiere dormir y su mamá le da chas, chas”. Tomemos el verbo leer con seriedad.
Hoy las editoriales mundiales ordenan qué se vende, si novela, si cuento, si temas de guerra, bisexualidad, o espiritualidad en curso rápido. Los libros electrónicos se venderán como pan caliente por sus virtudes de condensación, practicidad y velocidad -exprimiendo también el conveniente y manipulable discurso ecológico-, pero siempre serán solo una herramienta. No vienen con el chip para querer y saber leer. El problema no está solo en el sur, dicen que en EE.UU. hay un best seller con resúmenes de las grandes novelas para que la gente que jamás leyó una obra pueda conversar y no pasar vergüenza en las reuniones sociales.
En fin, me despido con una de mis frases preferidas: “Lee y conducirás, no leas y serás conducido”.
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