Chile: Cultura, izquierdas y derechas
Hagamos un poco de memoria antes de entrar en tierra derecha. Hace ya más de algunas décadas las izquierdas ostentaban una adhesión casi monopólica en el mundo cultural y artístico. Las razones de tal realidad eran principalmente dos, y quizá tres: 1. El imán valórico del humanismo socialista, eficazmente seductor en su discurso solidario. 2. La estrategia gramsciana dirigida al enganche de la intelectualidad, los magisterios y los artistas cuyos efectos serían, como lo fueron, multiplicadores en la entera sociedad. 3. La actitud pusilánime de las derechas al ser estigmatizadas como capitalistas.
Pero las cosas empezarían lentamente a cambiar. Las primeras decepciones y desafecciones en el mundo occidental provinieron del eco de aquellos artistas que estaba sufriendo el socialismo real: Solyenitzin, Pasternak, Kundera, entre otros distinguidos creadores, fueron voces y escrituras absolutamente verosímiles e irrebatibles de lo que estaba sucediendo en las llamadas democracias populares.
A este lado de la cortina se les había adelantado, sí, George Orwell con su memorable diagnóstico "1984". Y en nuestros territorios americanos empezarán a reaccionar intelectuales que en su momento fueron entusiastas de la revolución cubana. Episodios arquetípicamente patéticos como la confesión del poeta Padilla colman el vaso y alejan a muchos de una revolución que se había anclado a sí misma en una redoma represiva y asfixiante.
La revolución cubana estaba durando demasiado, una revolución no puede prolongarse sobre el medio siglo; una evolución sí, pero jamás una revolución de cuya esencia es la premura de la mutación que impone en la sociedad. Una revolución que dura cincuenta años es una majadería superlativa.
Y bien, derribado el muro y desplomadas las democracias populares desde adentro de sí mismas sin que nadie desde afuera les metiera un tanque, el mundo es otro. ¿Qué queda de aquellos socialismos? Sólo un par de muestras residuales, la paradoja de un par de dinastías comunistas, la que inauguró el muy amado líder Kim Il Sung que ya ostenta su tercer heredero, y la gerontomonarquía de los Castro en el umbral de la UTI. En consecuencia, la situación actual en el mundo es auspiciosa. Lo es porque el triunfo de las libertades se conjuga sobre cimientos sólidos; es decir, que descansa sobre consensos estables y no nos vamos a referir aquí a Hugo Chávez porque el tema no es circense, aunque no esté de más decir que los trapecistas allí están cayendo en cuenta de que los están haciendo saltar al vacío, sin redes.
Y ahora Chile. Nuestro país se encuentra ad portas de un buen cambio. Esto es lo que sencilla y esencialmente representa Sebastián Piñera: un cambio saludable. No es que el país esté enfermo, no lo está, pero está tiñoso, como apestado ¿o no? Y ¿qué puede esperar el país en materia cultural durante su gobierno? La respuesta fluye y es clara como el agua: sí a la jerarquía artística de los proyectos, sí a la transparencia en las adjudicaciones, sí a la descentralización, sí a entidades intermedias entre el hombre y el Estado que avalen las propuestas, léase universidades, academias, asociaciones gremiales, parroquias, corporaciones culturales municipales. Y por supuesto sí al aporte del mundo empresarial privado. Y sí, viene bueno este año. Felicidades.
El autor es escritory fundador de Renovación Nacional
- 23 de enero, 2009
- 23 de julio, 2015
- 14 de septiembre, 2015
- 30 de mayo, 2025
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