Una revolución a oscuras
Un abrazo a mis lectores y mis deseos por un país lleno de libertad, paz, seguridad y prosperidad, todo bien distribuido. Con eso tenemos bastante, por lo menos para empezar.
Venezuela amaneció el 2010 más comunista que nunca. A oscuras, es decir, que el oscurantismo de una supuesta ideología que pretenden imponernos llegó. El régimen de Chávez dispuso que los venezolanos tendríamos luz solo hasta las 9 de la noche, para ahorrar energía; por lo que todos los Centros Comerciales cerrarían a esa hora y comenzarían a las 11 de la mañana.
Por seguridad, la vida en las principales ciudades de Venezuela transcurre en los Centros Comerciales, donde hay, además de todos los comercios, teatros, cines, farmacias, supermercados, emisoras de radio, notarías, consultorios, oficinas de gobierno, especialmente para sacar cédulas y pasaportes, restaurantes, etc.; es decir, comercios que viven casi todos después de las 9 de la noche y muchos otros desde las 8 de la mañana.
Como esta fue una medida inconsulta, como son todas las de un régimen autoritario, nos sorprendió a los venezolanos y muy especialmente a los dueños de estos negocios y sobre todo a los trabajadores, quienes son los directamente afectados con esta medida, sin dejar de lado a los usuarios.
Una vez más la ineficiencia e incapacidad del Gobierno hizo gala y no le quedó otra que «recular» tal medida arbitraria, pues la insensatez quedó tan al descubierto que es solo el 3% el consumo de electricidad de todos los centros comerciales del país.
El tema fundamental no es el cierre de los centros comerciales a determinada hora, el tema es cómo cada día nos vulneran más nuestros derechos y cómo este régimen mentiroso y farsante pretende hacer creer que la razón de esta falta de energía es el fenómeno del niño y el creciente desarrollo en el país.
La única verdad de este problema grave de electricidad que hay en Venezuela, es que la ineptitud de Chávez y sus «colaboradores» es tan grande que en 11 años de infeliz gobierno no se ha hecho ni mantenimiento, ni compra de nuevos equipos que permitan tener todo el suministro eléctrico en funcionamiento. Esa es la única verdad. Los entendidos en el tema dicen que El Guri, una de las represas más grandes de Latinoamérica, ha tenido las mismas bajas de agua en otras ocasiones y nada sucedía porque todo estaba perfectamente previsto.
Pero es que las barbaridades no quedan allí; el Gobierno ha dicho esta semana que tendrán que cerrar algunas empresas del Estado, léase productoras de aluminio, para ahorrar electricidad. A esto parece ser que la revolución lo llama desarrollo. Es decir, cerrar las puertas de la economía.
Mientras tanto tenemos una de las más altas inflaciones en el mundo, un cuadro de inseguridad que también nos coloca entre los países más peligrosos del mundo, 220 muertes violentas en una semana decembrina. La revolución avanza al fracaso y como dice Dietrich, uno de sus ideólogos, está llegando a su fin. Yo digo, Amén.
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