Construyendo el socialismo del siglo XXI
Es una expresión que el siglo XX se cansó de oír. Desde 1917, cuando irrumpió en la historia la primera sociedad socialista, el comunismo no se cansó -ni se avergonzó- de insistir en su gran oferta: la construcción del socialismo, sin realmente saber de qué se trataba, sino quizás lo más importante: cómo sería el proceso de construirla. Hoy, arruinado el intento, ya sabemos cómo ese proceso liquidó la posibilidad misma de la sociedad ideal que supuestamente construiría.
Lo más asombroso ha sido cómo una idea -y el "proyecto" que ella proponía- ha resucitado en sitio tan inesperado. La "construcción del socialismo" -ahora con apellido nuevo: "bolivariano"- ha reaparecido entre nosotros. De pronto cualquier tontería, cualquier tarea banal de un gobierno sin muchas luces, es un "hito" en la "construcción del socialismo bolivariano". Verdaderamente patético el intento& ¡y los resultados!
Tenemos pues que una payasada, como la inauguración de una arepera con precios insostenibles, es un "paso en la construcción del socialismo bolivariano", como cuando los pedazos de bancos destrozados por gente del régimen, se ensamblan apresuradamente para montar un nuevo Banco. Improvisación = socialismo.
Cómo ese socialismo se haría posible y hasta deseable en medio de la mayor inseguridad que haya contemplado nuestra historia, es algo que nadie nos aclara; como tampoco cómo brillarán las virtudes de ese socialismo en medio de la mayor crisis de energía eléctrica que recordemos. ¿No fue Lenin quien aseveró que la instalación del socialismo exigía la electricidad? ¿O es que queremos desmentir a Lenin?
Los rusos del siglo XX tuvieron que descubrir por sí mismos qué era lo que les querían decir con eso de "construir al socialismo". No existían recetas, ni claridad alguna en lo que se estaba proponiendo. Al consolidarse la feroz dictadura de Stalin comenzaron a entender que nadie entendía nada. Igual sucedió al tiempo de haberse declarado el comunismo en China. El socialismo era cualquier cosa, pero por encima de todo era el quitarle a cada ciudadano la capacidad de pensar y actuar por sí mismos.
Habría otros que pensarían por todos. Era la concreción final de la vieja propuesta de Thomas Hobbes: nuestra libertad, nuestra responsabilidad, la arrancaríamos de nuestras vidas para ponerla en manos de otro. En el caso que nos ocupa, de un Partido que se consideraba a sí mismo el "único representante" de los trabajadores, ahora erigida en la única clase con todos los derechos y privilegios, la clase que podría arrogarse la absoluta identidad con la sociedad toda.
Lo que esta "clase" no podía siquiera imaginar es que muy pronto lo mismo haría con ella el Partido Comunista y al final, su Jefe máximo. El mundo retornaba a épocas que se creían definitivamente canceladas. Nadie lo pintó mejor que George Orwell en su admirable pintura de lo que fuera el estalinismo.
El pasar de los años iría mostrando lo que realmente implicaba la "construcción del socialismo" en la realidad rusa bajo Stalin; o en el despotismo oriental presidido por Mao Zedong: una incesante agitación que nunca concluía en nada, pero que dejaría una estela de destrucción en su acelerado paso por la historia milenaria de China.
¿Y cómo se manifiesta esa construcción entre nosotros? En primer lugar, como algo que nadie escogió. Es más, que expresamente rechazamos en la consulta electoral del 2007. Pero que no parece ir más allá de las consignas y los slogans que a toda prisa nos pintan las agencias de publicidad del régimen. En segundo lugar, como algo totalmente pret-a-porter: hoy lo usas y mañana lo desechas. Así fueron los cultivos hidropónicos, los gallineros verticales, la ruta de la empanada; y así serán las voluntariosas arepas de Samán.
El socialismo bolivariano del siglo XXI es, en esencia, pasajero o mejor, "pan pa' hoy y hambre pa'mañana"; pero es, además, una afrenta. Estar gastando tiempo, dinero y energía en necedades como estas areperas de ocasión, o ventas de automóviles, es criminal cuando la única solución para la crisis eléctrica es& ¡apagar los bombillos!
Pero quizás lo más terrible de este demencial intento por imponer, de nuevo, el comunismo es el empeño por desconocer la historia, la misma que mostró hasta más no poder la inutilidad de ofrecer semejante esperpento como "la alternativa al desarrollo capitalista". ¿Es que no ven la historia de la Unión Soviética?; y si la ven, ¿por qué no la entienden? ¿Es que nada les dice el salto atrás del viejo comunismo chino?
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