Venezuela: Para botar por la ventana

Correo del Caroní

Este es el undécimo año en el que, siguiendo una sana costumbre italiana, “boto por la ventana” todo lo que no sirve, lo que no me gusta, lo que no quiero que se repita, para empezar el año con la casa limpia, mejor dicho, con el país limpio.

 Este año, nuevamente, boto por la ventana a todos, absolutamente todos, los caudillotes, caudillos, caudillitos y caudillejos, sean del signo que sean. Es increíble que estemos reviviendo la inempeorable experiencia del siglo XIX, en pleno siglo XXI. Boto a los políticos que desean eternizarse en el mando porque se creen “únicos”. Todos los que apoyan esos deseos de eternidad en el poder y demás arrastrados, oportunistas y jalamecates que les aseguran a los “únicos” que son “irrepetibles” e “imprescindibles” y por lo tanto deben quedarse por los siglos de los siglos, a sabiendas de que no es verdad. Boto también al socialismo del siglo XXI por imposible, ineficiente e hipócrita.

 Boto a la inseguridad y a la ineptitud del Gobierno en ponerle coto a los asesinatos diarios que más parecen partes de guerra. Y si es que el gobierno no tiene la voluntad de ponerle coto, boto también al horror que significa la inseguridad como política de Estado.

 Boto a la grosera danza de millones de funcionarios del régimen, sus familiares y testaferros. Boto a quienes se han hecho los locos ante los despliegues de enriquecimiento súbito, derroche y nuevorriquismo, sólo porque vienen de “revolucionarios”.

 Boto al abuso de autoridad para implantar un sistema socialista que rechazamos la mayoría de los venezolanos.

 Boto a las expropiaciones anticonstitucionales, arbitrarias, ilegales y a la imposibilidad de defenderse en tribunales.

 Boto a los funcionarios arrodillados ante el Presidente de la República. Boto a los hipócritas, cobardes y vendepatrias.

 Boto a la sumisión al gobierno cubano y a Fidel Castro, en particular a los militares que han puesto su juramento de honor de lado. Boto al doble discurso de alegar soberanía cuando las críticas vienen de “otros” países.
 
 Boto a las amenazas de guerra a un país hermano como Colombia y a las groserías e insultos a un país amigo y principal cliente como los Estados Unidos.

 Boto a quienes prefieren enviar dólares para resolver “asuntos” (como pagar campañas políticas y demás asuntillos en otros países), cuando hay tanto por resolver aquí (escuelas, hospitales, seguridad…)

 Boto a quienes sabiendo que vamos a un despeñadero, optan por seguir apadrinando al régimen sólo por los negocios que están haciendo y que en privado son los opositores más enfebrecidos.

 Boto a los opositores que sean factor de división en un momento tan crítico.

 Boto a los violentos y los que incitan a la violencia. Quienes descalifican e insultan a sus adversarios en vez de contraponer ideas. Los periódicos y programas de radio y TV que se basan en esta premisa. Todos quienes critican para destruir pero que nunca proponen soluciones.

 Boto todos los despidos a quienes “pecan” por pensar distinto. Las presiones sobre los medios de comunicación, en particular las presiones y amenazas contra Globovisión.

 Boto a quienes quieren silenciar a los medios de comunicación. Boto también a todo lo que vaya en contra del pluralismo. Los actos, decisiones y leyes que coartan las libertades civiles.

 Boto a la idea (y al hecho) de otorgar la espada del Libertador a cuanto violador de derechos humanos haya en el mundo. Boto a los deseos de emular sus acciones en Venezuela.
 
 Boto a la decisión de cerrar 34 emisoras de radio y dos más de TV.

 Boto a las presiones, los chantajes, las matracas, las cayapas y a todos los abusos de poder, empezando por las cadenas presidenciales, cada vez más largas, más abusivas y más fastidiosas.

 Boto las medidas y controles gubernamentales que tienen como fin último acabar con el aparato productivo venezolano.

 Y es que aún mantengo la esperanza de que, en efecto, algún día saldrán volando por la ventana y entonces entrarán por la puerta el bienestar, el desarrollo y la paz.