El príncipe del cielo, el emperador
El emperador en Japón (Tenno es igual a príncipe del cielo en japonés) es una institución fundamental; desde casi siempre los emperadores japoneses han sido percibidos como Papas-reyes, como el poder divino terrenal.
Leyendo trabajos sobre Japón de la escritora española Diana Torres del Mazo, he entresacado algunos datos cronológicos de la historia contemporánea de Japón: en 1926 asciende al trono el príncipe Hirohito, nacido en Tokio el 29 de abril de 1901 e hijo de Yoshi-hito; la era de Hirohito se conoce como el Showa (que significa brillante armonía).
El 7 de enero de 1989 muere Hirohito y asciende al trono su hijo Akihito; la era de Akihito ha sido llamada Hesei (de la paz conseguida), es un emperador con formación académica, cursó sus estudios en la Universidad de Gakushuin, en Tokio. En 1959 contrajo matrimonio con Michiko Shoda y, en 1960, nació su primer hijo y sucesor, Naruhito.
El príncipe Naruhito entró en la escuela Gakushuin a los seis años y continuó sus estudios en el extranjero en la Universidad de Oxford y en Merton; contrajo matrimonio con Masako Hisashi Owada, joven diplomática quien laboraba en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón.
En 2002 nació la pequeña Aiko (nombre escogido por el emperador Akihito, ya que le pertenece el privilegio de escoger el nombre del recién nacido). Por las dificultades en la concepción y por haber nacido mujer, en Japón se ha abierto un debate acerca de la posibilidad de que la pequeña princesa pueda algún día ascender al trono, si es que sus padres no procrean un varón.
Se dice que la pequeña princesa sería la primera mujer después de 2600 años en ascender al trono japonés.
He querido recoger estos datos, al parecer aislados, porque en el país, como en la mayoría de naciones donde hay representación japonesa, se celebró el natalicio del emperador; este año coincide con el vigésimo aniversario de la asunción al trono de Akihito.
Sin duda alguna, y por eso he querido traer a cuenta la realidad japonesa, hay una profunda sintonía entre lo viejo y lo moderno, entre la tradición y lo nuevo de tal manera que las formas antiguas, por decirlo así, se entremezclan con la novedad propia del hombre de hoy.
Las nuevas realidades son vistas con los ojos de los principios y los valores de una sociedad que se ha ido gestando a través de los siglos.
No obstante haber aceptado la Constitución (imposición surgida en 1947 por presión del general Douglas MacArthur y de las tropas estadounidenses, luego de la Segunda Guerra Mundial), el emperador sigue teniendo un peso y una fuerza moral.
El emperador es el símbolo del Estado y de la unidad del pueblo, y su posición dimana de la voluntad del pueblo, en quien reside el poder soberano.
El Trono Imperial es de naturaleza dinástica y la sucesión se producirá de conformidad con la Ley de la Casa Imperial promulgada por la Dieta (Cámara baja del Parlamento japonés).
Nadie, absolutamente nadie, puede negar que Japón sea una potencia moderna, industrial, donde la tecnología de punta está en la vida cotidiana; sin embargo tampoco nadie, absolutamente nadie puede negar que es una nación de grandes tradiciones, donde el respeto a los ancestros es esencial, donde las instituciones pesan y tienen un valor incalculable.
A diferencia de una cultura milenaria como la japonesa, nuestra nación intenta "reinventar" todo en cada momento, dándole a los políticos la llave para hacer y deshacer, dejando de lado lo valioso, la cultura del pueblo. ¡Que pena!
*Editor Jefe de El Diario de Hoy.
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