Mercosur descarnado
El País, Montevideo
Esta semana vivimos en el Uruguay una suerte de espejismo surrealista en el que se mezclaron la reunión del Consejo Mercado Común del Mercosur con visitas y acontecimientos políticos que dejaron una gran nebulosa sobre el futuro de nuestro modelo de inserción externa. La primera reflexión tiene que ver con la situación actual del Mercosur. Luego de la Presidencia Pro Témpore del Uruguay se ha tenido que reconocer, más allá de los esfuerzos diplomáticos que poco se avanza en los temas comerciales, y que lo que al inicio se planteó como una gran oportunidad de ampliación de acceso a los mercados, hoy se ha transformado en un ámbito de restricciones comerciales orientado a un nuevo modelo de comercio administrado.
El Arancel Externo Común se sigue pagando doblemente, mantiene perforaciones que ya no son de carácter excepcional y que nuevamente han sido prorrogadas; la imposibilidad de alcanzar políticas comerciales comunes es clara, como también la de lograr una coordinación de políticas macroeconómicas, incluyendo el tipo de cambio. El incumplimiento de los laudos arbitrales, en particular los que favorecen a países pequeños, han instalado un clima de inseguridad jurídica que desestimula las inversiones.
La segunda reflexión se vincula al ya manido tratamiento de las asimetrías, pero que no involucra esta vez a Paraguay y a Uruguay. Como novedad, la Presidenta argentina, en su diálogo con el Presidente Lula da Silva, reclamó lo mismo que los socios menores del Mercosur han venido haciendo durante mucho tiempo; en otras palabras, acusó al Brasil de ejercer un liderazgo sin voluntad de pagar sus costos y de seguir adelante con un proyecto de inserción productiva que se apoya en una política de subsidios y de localización de inversiones mediante incentivos y exoneraciones fiscales.
El voluntarismo político y la inconsistencia técnica van de la mano, porque todo lo que reclama la Argentina respecto del tratamiento preferencial que el Brasil le otorga a sus Zonas Francas, es un reflejo de sus políticas de incentivo a las Provincias de San Juan, San Luis, Catamarca, La Rioja (cuestionadas legalmente en el seno del Mercosur) y de los beneficios que goza en su Zona Franca de Tierra de Fuego.
El gobierno Argentino viene experimentando de su propia medicina bilateral y del estilo brasileño de ejercer su liderazgo en la Región. El Presidente Lula da Silva es consciente del salto que la economía brasileña ha dado; es más, todos saben que la economía argentina ha pasado a representar aproximadamente un quinto de la economía brasileña; que sus Fuerzas Armadas no tienen ni la misma expresión ni el mismo rol que Brasil aspira tener en el marco del cojitranco Consejo de Defensa Sudamericano y que el sector agropecuario argentino se ha debilitado debido al enfrentamiento que el gobierno mantiene desde hace años con las gremiales por la aplicación de detracciones a las exportaciones.
Esta mezcla de nuevas actitudes afecta aún más a lo que queda del Mercosur, agravada por una vocación brasileña de liderar el bloque sin hacer concesiones o pagar sus mínimos costos, y una conducta argentina que comienza a sentir que su aliado estratégico "infelizmente" ya no lo comprende ni lo contempla como hasta ahora.
Pero esto no es lo único que ha sucedido en la Cumbre. A la abrupta retirada del Presidente Lula, aparentemente molesto con el planteo argentino, se sumó el protagonismo histriónico del Presidente Chávez mediante discursos, citas y admoniciones típicas de su mini ideología portadora de dogmas tan parciales como superados por la realidad. A esta altura ya nada puede sorprender, ni siquiera su lamento de no haber integrado como "soldado raso" los batallones de la guerrilla tupamara que se levantó contra las Instituciones y violó los Derechos Humanos de tantos uruguayos. Entre tanto dislate, nos falta aplaudir los resultados de su "revolucionaria administración" que nos muestra los números en rojo de su empresa petrolera estatal y las restricciones que le impone a su pueblo como tener que bañarse con un vaso de agua, utilizar la linterna para ir al baño en las noches para ahorrar energía y poner en práctica una dieta voluntaria para bajar de peso.
Este escenario teñido de un cierto humor trágico, no puede ser más inquietante, en particular para el Uruguay, que continúa deambulando entre un frustrado proceso de integración y la ausencia de una clara definición estratégica en cuanto a los objetivos que persigue en la defensa de los intereses del país.
El Mercosur descarnado muestra una realidad de puentes bloqueados, mercados cerrados, cupos impuestos por las economías más grandes y una tardía reacción argentina ante el avance del Brasil en las cadenas de producción del bloque. Mientras tanto, sin haber ingresado todavía Venezuela al Mercosur, muchos gobiernos siguen al ritmo que el "emirato caribeño" trata de imponer en su particular interpretación del proceso de integración. Vamos camino a profundizar en la Región la fragmentación, la intervención en los asuntos internos de otros Estados y el conflicto. Este último anunciado y proclamado tantas veces corre el riesgo como la parábola del "pastor mentiroso" de hacerse realidad de la mano de una insanía mental que puede derivar en otra tragedia bélica.
¡Qué lejos estamos de los sueños de prosperidad, solidaridad y convivencia pacífica que alguna vez compartimos al inicio del Mercosur!
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