La realidad idealizada
El País, Montevideo
El fin sin gloria del régimen soviético, contrasta con el esplendor de su curso. Ni los más duros enemigos del socialismo imaginaron que fuera a desaparecer y que la Revolución de Octubre fuera literalmente borrada. "Y sin embargo, el universo comunista se deshizo por sí solo", escribe Francois Furet, historiador de fama internacional, quien dirigió la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales de Francia y fue profesor de la Universidad de Chicago.
¿De qué estamos hablando? Nada menos que del enorme contraste que existió entre una historia objetiva y una ilusión, y cómo esa ilusión logró imponerse a la realidad. Porque esa es la historia de la idea comunista en el siglo veinte. Ahora nada sobrevive de todo aquello que llenó de ruido y furia al siglo pasado. Algunos se han ido reciclando, adoptando nuevas maneras de pensar, a las que se oponían, y hoy son partidarios del mercado y de las elecciones libres. Pero de la experiencia anterior no sobrevivió nada. Sobre esto, sostiene el pensador Francois Furet: "Las lucha de clases, la dictadura del proletariado y el marxismo/leninismo han desaparecido en nombre de lo que supuestamente habían reemplazado: la propiedad burguesa, el Estado democrático liberal, los derechos del hombre, la libertad de empresa".
Estos temas son la esencia de "El pasado de una ilusión", Francois Furet. Cabe recordar que en su libro de memorias "Avec le temps" (que tampoco ha llegado a esta zona del mapa), Jean Daniel, el director y fundador de "Le Nouvel Observateur", cuenta que el 23 de mayo de 1997, en el restaurante "Le Petit Laurent", almorzó con Francois Furet, y comenta que lo vio "con el rostro despejado, sereno, distendido". Y es que venía de publicar "El pasado de una ilusión", al cual Jorge Semprún (el autor de "La segunda muerte de Ramón Mercader", y quien fuera Ministro de Cultura de Felipe González) ha definido como "descendiente de los magníficos trabajos de Hannah Arent y de Raymond Aron".
El ensayista francés señala que la Revolución de Octubre cerró su trayectoria, liquidando todo lo que había hecho en su nombre. Pero, ¿por qué acabó así? Francois Furet dice: "En el momento en que se disgrega, el Imperio Soviético ofrece la característica excepcional de haber sido una superpotencia sin haber encarnado una civilización".
Buscando iluminar la historia, Furet señala: "De este modo el comunismo termina en una especie de nada. No allana el camino, como tantos espíritus lo desearon y previeron desde Jruschov, a un comunismo mejor, que borrara los vicios del antiguo conservando sus virtudes". No es lo que pudo haber encarnado Dubcek, ni tampoco lo que podría haber encarnado Vaclav Havel desde el otoño de 1989, ni lo que disiparon Gorbachov, primero, y Yeltsin, más tarde.
Y, aquí, Furet encuentra lo esencial: "La experiencia soviética revela así uno de sus rasgos distintivos: haber sido inseparable de una ilusión".
Esa ilusión no acompaña a la historia del comunismo: es parte constitutiva de él, y fue así un mero alimento de la imaginación política del hombre. Los elementos constitutivos están anclados en el pasado.
Esta obra que enaltece la inteligencia, se integra por la jerarquía intelectual de su autor, en esa cofradía de la historia palpitante que fundaran Michelet y Tocqueville.
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