Cinco verdaderos héroes

Por Carlos Alberto Montaner
La Fundación Panamericana para el Desarrollo ha decidido este año premiar a cinco héroes verdaderos. Esta es una espléndida iniciativa de una institución incansablemente dedicada a ayudar a los latinoamericanos más necesitados.
Dos de ellos son colombianos –José Silvestre Sánchez y Andrea González– quienes han dedicado sus mejores esfuerzos a conseguir que algunos ciudadanos extremadamente pobres de sus comunidades lograran sobrevivir dignamente, unos como trabajadores agrícolas miembros de una cooperativa, y otros como artesanos transformados en pequeños y eficaces empresarios.
La tercera galardonada es una psicóloga haitiana –Nicole Muller Cesar–, adiestrada y radicada en Estados Unidos, que sacrificó su propio bienestar y optó por regresar a su paupérrimo país para ayudar a niños víctimas de diversos tipos de abusos y atropellos.
La cuarta es la blogger cubana Yoani Sánchez, una joven escritora extraordinariamente perceptiva, quien día a día describe serenamente la vida cotidiana en Cuba, lo que ha provocado la represión de la dictadura.
A Yoani, prisionera en su propio país, no la dejan salir de la Isla y la acosan y difaman de diversas maneras, pero se ha convertido en la voz más respetada de una generación inmensamente desencantada por la falta de libertad y las tribulaciones económicas generadas por la torpeza casi asombrosa del sistema.
El quinto premiado, Juan Ayala Argueta, es un educador salvadoreño que tuvo que enfrentarse a las calamidades de la guerra civil y convertirse en maestro de otros más necesitados cuando apenas era un adolescente y hoy, dos décadas más tarde, dirige un plantel donde se forman más de 600 niños de todas las edades.
¿Qué es lo que imprime un carácter heroico a las vidas de estas personas? En esencia, que priman en ellas los mejores rasgos de nuestra especie.
En todos los seres humanos, a veces de maneras impredecibles, conviven el egoísmo y el altruismo, la crueldad y la ternura, el amor y el odio, la voluntad de perdonar y el deseo ferviente de vengarnos.
Como el dios Jano de los romanos, que tenía dos caras y se colocaba tras las puertas de las casas para saludar el año transcurrido y el venidero, estamos hechos de valores y contravalores, de sombras y de luces.
En los héroes, la mayor parte del tiempo, predomina el mejor rostro, el más amable y solidario, el rostro del amor y el sacrificio en aras de los semejantes. Predomina la luz.
¿Por qué hay héroes? ¿Por qué los colombianos José Silvestre y Andrea decidieron compartir sus escasas riquezas y donar su tiempo y su energía para mejorar la calidad de vida de unas personas desconocidas?
¿Por qué la haitiana Nicole un día optó por renunciar a su vida profesional en Estados Unidos, razonablemente cómoda, para compartir la miserable pesadilla de los niños más pobres de Haití, que es, a su vez, el país más pobre de América?
¿Por qué la cubana Yoani Sánchez se atrevió a enfrentarse a un monstruoso aparato represivo, que la puede destruir en cualquier momento, como ha hecho con tantos de sus compatriotas, en lugar de plegarse, aplaudir y simular, como suele hacer la inmensa mayoría de la gente en las sociedades totalitarias?
¿Por qué el salvadoreño Juan Ayala, en lugar de escapar él solo de los horrores de la guerra, prefirió dedicar su vida y su inmensa energía a educar a las víctimas, convencido de que sin una buena instrucción esos compatriotas jamás abandonarían la pobreza?
Hay varias respuestas posibles. Acerquémonos a cuatro de ellas:
La teología les dice a los creyentes que hay personas inclinadas por Dios a ayudar al prójimo. Los altares están llenos de ejemplos muy notables.
La sociobiología nos cuenta que la especie requiere de este tipo de personas misteriosamente urgidas de hacer el bien como una estrategia colectiva de supervivencia secretamente programada por la naturaleza.
La psicofisiología no niega la tesis de los sociobiólogos, pero agrega que el acto bondadoso libera sustancias neurotransmisoras que producen cierto bienestar emocional a los héroes. Servir y ser admirado por ello desata una cálida satisfacción íntima en la mayor parte de las personas.
La ética, en cambio, propone que el acto heroico es una decisión racional tomada por personas provistas de una superior escala de valores que las conduce a colocar el bienestar de la colectividad por encima de sus propios intereses.
¿Cuál es la verdad? Probablemente, las cuatro hipótesis son ciertas. Nunca lo sabremos con total certidumbre, y tal vez es mejor que la respuesta quede en el misterio, como debe suceder en cualquier asunto relacionado con estas extrañas y contradictorias criaturas que somos nosotros.
Lo que sí sabemos es que dar testimonio de las vidas ejemplares tiende a propagar esos comportamientos.
Ése era uno de los objetivos del griego Plutarco, nada menos que sacerdote del oráculo de Delfos y gran especialista en el alma humana, cuando escribió Vidas paralelas a propósito de figuras muy destacadas de Roma y Grecia. Con la descripción de sus rasgos personales pensaba difundir las mejores virtudes en el mundo helénico, aunque sin ocultar los aspectos negativos de sus biografiados.
Ésa era también la intención de las múltiples “vidas de santos” escritas y divulgadas por el cristianismo en su afán evangelizador.
Incluso, ésa era la función de los murales pintados en las Iglesias: contar con imágenes ciertos pasajes ejemplares de seres que se habían sacrificado para buscar la felicidad de los otros.
No hay duda de que se trata de una buena estrategia pedagógica. Las personas, sobre todo los niños, en gran medida aprenden por imitación y, salvo los psicópatas, si son expuestos a buenos ejemplos la tendencia natural los inclina en la dirección de tratar de repetir las pautas de comportamiento de aquellos a quienes admiran.
Por otra parte, reconocer las virtudes y las buenas acciones de los demás es ya una muestra de la propia decencia y un gesto que contribuye al perfeccionamiento espiritual de quien lo hace.
José Martí, que prodigaba elogios a todo aquel que le parecía merecerlos, lo dejó dicho en dos palabras con una frase admirable por su economía: “Honrar, honra”.
Sin embargo, la gratitud es una de las emociones más complejas y son muchas las personas que no saben manejarla adecuadamente.
La palabra más hermosa de la lengua es “gracias”. Gracias a esos cinco verdaderos héroes que han convertido sus existencias en ejemplares modelos de convivencia.
Gracias a la Fundación Panamericana para el Desarrollo que ha tenido la hidalguía y el buen juicio de reconocerlo públicamente.
Gracias. Muchas gracias.
- 4 de diciembre, 2025
- 23 de junio, 2013
- 10 de abril, 2013
- 12 de diciembre, 2025
Artículo de blog relacionados
La Hora, Guatemala En general, el mercado libre, aquel mercado en el cual...
2 de agosto, 2011Instituto Juan de Mariana El pasado sábado Alberto Recarte publicó su quinta entrega...
12 de octubre, 2011El 20 de mayoes el 140 día del año del calendario gregoriano. Quedan 225 días para...
20 de mayo, 2011- 3 de mayo, 2008













